El colegio de Figueiroa ya añora a la persona que más tiempo le ha dedicado en sus casi 36 años de existencia: Francisco, su primer y único bedel. Hoy cumple 65 años y estrena nueva vida. Lo hace con el buen sabor de boca que le dejan las muestras de cariño que ayer le dieron el equipo docente, la Asociación de Nais e Pais de Alumnos (ANPA) Picariños y niños y adultos que sabían de su jubilación.

Fiel a su estilo, Francisco Barcala fue el primero al que vieron profesores y alumnos ayer al llegar al centro y el último al que vieron en la puerta al salir. Afectuosos apretones de manos, besos y sonrisas francas le deseaban lo mejor en esta nueva etapa. Ya no tendrá que afanarse toda la mañana en tener listas las fotocopias que necesitan los docentes ni estar pendiente de que todo funcione debidamente. Pero el director del colegio, José Manuel Reboredo, admitía ayer que que tendrán que seguir llamándole para preguntarle "dónde está la llave, por dónde pasa la tubería..." y otras cuestiones de las que ahora nadie se preocupaba porque él siempre estaba ahí.

Es "historia viva" del centro, que pierde "un gran conserje" y "un gran amigo". Siempre mantuvo "cuidado" el entorno del colegio. "Menos dar clase, hizo de todo, como un profesor más", añadía la jefa de estudios, Ángeles Goldar. Por eso, los docentes le desean que "sea muy feliz". Saben que "a nivel educativo siempre estuvo" a su disposición.

También la Asociación de Nais e Pais de Alumnos (ANPA) Picariños tuvo ayer con él un detalle. "Hoy es un día de sentimientos encontrados. Después de tantos años cumpliendo con tu labor, llega el merecido descanso. Gracias, Francisco, por tu dedicación, por tu vocación y por tantas horas compartidas", rezaba la placa conmemorativa que le entregaron con dos fotos de 1978 y de 2014, el primero y el último de su larga etapa en Figueiroa.

En el colegio ha visto crecer y ha contribuido a educar a varias generaciones de estradenses, a las que incitó a "ser buenos" y a "portarse bien". Puso en práctica habilidades adquiridas en el ejercicio de sus dos primeros oficios, carpintero y policía, pero también necesitó conocimientos de fontanería, calefacción, electricidad y jardinería.

Nacido en San Xurxo de Vea el 1 de abril de 1949, su primer oficio fue el de carpintero. Años más tarde, con 24 años y ya casado con la modista Ofelia Chedas empezaría a trabajar en el ayuntamiento, contratado como policía. Pero confiesa que esta profesión no le gustaba porque, ejerciéndola como exige, suscita roces con vecinos. Tampoco le gustaba inspeccionar obras porque a veces se veía en la tesitura de tener que paralizar una que sabía que quien la impulsaba realmente la necesitaba. Por eso, siendo alcalde Suso Durán, aceptó hacerse cargo del bombeo de aguas y cuando surgió la plaza de bedel en Figueiroa la solicitó.

Inició entonces "muy contento e ilusionado" una nueva vida junto a su familia -su mujer y su hija, Montse- en Figueiroa. Radicaron su hogar en la vivienda del bedel que ha ocupado hasta ahora. El pasado fin de semana durmió por primera vez en la casa de Matalobos que tiene desde 1972. Hasta ahora consideró al colegio su casa. Su mujer le ayudó muchas veces a barrer el patio.

Hasta hace aproximadamente una década, Francisco le dedicaba su fin de semana al jardín. Diseñado por el que fuera director del centro Paco Gómez, de Cuntis, fue tomando forma gracias a las hábiles manos de Francisco. Con una sonrisa, recuerda que tuvo jóvenes ayudantes: niños a los que los profesores castigaban a ayudarle y a los que pronto tuvieron que cambiarle el castigo porque lo preferían a estudiar. Del mismo modo, fue retirando "una a una" las piedrecitas que había en el patio para que los niños no se lastimasen si se caían.

Pero, hombre polivalente donde los haya, Francisco también trabajó mano a mano con el entonces director del centro Manuel Gazol en la construcción del potro y de las espalderas del gimnasio. Colocó los bordillos del jardín, plantó los árboles que ahora se ven tan robustos y, así, fue poniendo su toque personal a un centro al que ha dedicado toda su vida y en el que han estudiado sus hijos: Montse, Mari Paz y Fran. Hoy su nieto es también alumno de Figueiroa y el año próximo, también lo será su nieta. Ellos y los demás alumnos del colegio usarán los juegos de mesa que él le ayudó a montar al ANPA y también las modernas pantallas táctiles cuyo cableado instaló Francisco. Son solo algunas de las tareas que ha llevado a cabo durante estos años.

También medió en las consabidas riñas entre niños, intentando poner paz allí donde había surgido un conflicto. Recuerda con nitidez cómo en sus primeros años Figueiroa reunía a 600 alumnos. Dado que la mayoría eran del rural y entonces no había teléfonos en las parroquias, a más de uno le llevó a su casa en coche porque estaba enfermo. Años después, tuvo la satisfacción de ver cómo todavía se acordaban y se lo agradecían. Destaca que tuvo la fortuna de ver que la mayoría de los niños son "buenos", de "buen corazón". Admite que les echará de menos. A ellos y a los profesores. Ahora intentará disfrutar de su tiempo libre. Restaurará su casa de Vea, espera convencer a su mujer para disfrutar juntos de algún viaje y ,cuando sus hijos, quieran esperará a que llegue el autobús que le traerá a sus adorados nietos desde su querido colegio de Figueiroa.