Francisco Javier Rodríguez Gil nació en la parroquia de Santa María de Bermés el 17 de abril de 1797. Era hijo de Manuel Rodríguez González y de su esposa Juana Gil, y fue bautizado el mismo día de su nacimiento. Su padre era el hermano mayor del científico José Rodríguez González, más conocido como O Matemático de Bermés (1870-1854), que contaba entonces 17 años y andaba ya deambulando por Santiago con el sueño de acceder a las enseñanzas de la Universidad.

Carecemos de información sobre la infancia y primera adolescencia de Francisco Javier, ya que en su familia y en la parroquia sólo se conservaron breves referencias, y no muchas, relativas a su famoso tío, el científico. Este pasó la mayor parte de su vida recorriendo Europa, o en Madrid, y durante los cortos períodos que residió en Santiago, sólo por temor a perder su cátedra en la Universidad, no prodigó sus visitas a Bermés (aunque estaba en contacto epistolar con su familia y le enviaba dinero). Y algo parecido pudo suceder con su sobrino, entregado a los compromisos que tenía en la ciudad del Apóstol como bibliotecario de la Universidad y de la Sociedad Económica de Amigos del País, mientras hacía suya la conveniencia de hacer un diccionario gallego-castellano, apuntada en su día por el padre Sarmiento.

Aparte de las citas obligadas de Rodríguez y de su diccionario en los estudios publicados sobre la lengua gallega, sólo hay dos autores, que sepamos, que le prestaron una atención especial: El insigne catedrático e investigador prolífico de la historia y la cultura gallega Don Armando Cotarelo y Valledor y el filólogo Don José Luis Pensado. Este último le dedicó un volumen de 420 páginas: El Diccionario Gallego-Castellano de F. J. Rodríguez y su repercusión en la lexicografía gallega, publicado por la Universidad de Salamanca, de la que era catedrático, en 1974. Se trata de un estudio exhaustivo del trabajo de nuestro paisano, pero no aporta ningún dato acerca de su vida.

En cuanto a Cotarelo y Valledor (1879-1950), sabemos que visitó al menos en dos ocasiones la casa natal de los Rodríguez, recabando información sobre tío y sobrino, y acerca del último publicó un artículo (Filólogos gallegos: Rodríguez Gil, Revista de la Universidad de Madrid, 1941) del que tomamos algunos datos. Dice que "ya talludo comenzó a estudiar Matemáticas en Santiago (1817) para complacer los deseos de su tío", pero las cambió por la Filosofía (1819-21) y la Jurisprudencia (1819-21), al tiempo que seguía la carrera eclesiástica, ordenándose de presbítero en Lugo (su diócesis natal) en 1822.

Su tío O Matemático mostró un especial interés por la formación de su sobrino, costeando su residencia en Santiago y sus estudios, pagándole en verano clases de francés, enviándole libros, etc., aunque no manifiesta en sus cartas -escribe Cotarelo- "muy elevado concepto de los recursos intelectuales de su pariente". Una vez convencido de que no hará carrera con las ciencias, se preocupa de que al menos sea un sacerdote digno de figurar entre los de su estado, "tan puros y tan santos", "pero con una virtud algo ilustrada, al menos que no sea uno de aquellos nuestros eclesiásticos rapalleiros de aldea". Entre los libros que le hace llegar, incluye en una ocasión seis ejemplares de la Constitución de 1812…

Francisco Javier Rodríguez inició la elaboración de su diccionario a partir de 1850, respondiendo a la sugerencia arriba citada y que había apuntado en su día el P. Sarmiento, y dio a conocer el trabajo que traía entre manos con la publicación de algunas de sus papeletas en la revista La Galicia, que dirigía en A Coruña su amigo Antonio de la Iglesia; y lo tenía prácticamente concluido, incluso con la introducción ya redactada, cuando le sorprende la muerte, el día 19 de julio de 1857. Había hecho testamento un año antes, dejando por heredera a su sobrina Carmen Rodríguez, casada en Bermés.

En la citada revista había publicado, asimismo, varios artículos sobre Noticias y documentos referentes al Arzobispado de Santiago y Armando Cotarelo dice que también había trabajado en la elaboración de una Gramática Gallega, pero que sus originales se han perdido. Y lo mismo hubiera pasado con su diccionario, si sus amigos de Santiago y el director de La Galicia no se empeñaran en su publicación.

Antonio de la Iglesia se encargó de ordenar el material dejado por nuestro paisano (añadiendo a veces algún apunte, con mejor intención que acierto), y el libro vio por fin la luz en A Coruña cinco años después de la muerte de su autor, con la versión castellana de unas 4.300 voces "puramente gallegas" a lo largo de 132 páginas, con esta portada: "Diccionario gallego-castellano / su autor, el presbítero / Don Francisco Javier Rodríguez / ahora difunto /bibliotecario que fue de la Universidad literaria de Santiago. /Dalo a luz La Galicia / revista universal de este reino, / bajo la dirección de / Don Antonio de la Iglesia González. / Coruña: / Imp. Del Hospicio Provincial, a cargo de D. Mariano M. y Sancho, / 1863".

Los diccionarios gallegos que le sucedieron serían los de Cuveiro Piñol (Barcelona, 1876), Marcial Valladares (Santiago, 1884), Carré Alvarellos (A Coruña, 1928)…