Huye del protagonismo, pero lo tendrá, y merecido, el próximo 1 de junio. Sus exalumnos y vecinos de Abades, en Silleda, le rendirán un sentido homenaje. María Amelia Mato, viuda del recientemente fallecido empresario lalinense Manuel Anxo Cortizo, será arropada en la parroquia donde fue maestra durante veinte años, desde 1958. La falta de medios para ejercer la docencia no frenó su preocupación por abrir el mundo a los niños y conseguir "alumnos aventajados".

-¿Cómo recibe este reconocimiento de sus exalumnos de Abades?

-Con mucha emoción, pero creo que no lo merezco.

-No opinan los mismo quienes han estado en sus clases. ¿Qué recuerdos guarda de aquella escuela rural?

-El número de niños era verdaderamente grande. Llegó a haber cuarenta, de entre seis y catorce años, y muchas veces hasta cuatro hermanos. El local era único, con tres ventanas, una puerta y una llave que pesaba un montón. La mesa del profesor no podía faltar, pero la silla nunca la usé, porque siempre tenía que estar pendiente de los niños.

-¿Cómo se organizaba?

-Era dificilísimo, porque, además, no había medios: Un encerado, dos mapas -uno físico y otro político-, unos cuantos libros de lectura -¡unos cuantos eh!-, un compás, una escuadra, un cartabón, un par de reglas, pizarras, y pizarrines en abundancia, que servían para el cálculo, la escritura, y el dibujo. Las libretas y los lápices eran un lujo y los bolígrafos no existían. Los mayores, sí, ya tenían una libreta y en clase escribían con una pluma rudimentaria que se colocaba en una manecilla y se mojaba en tinta. ¡Imagínese comparado con los medios audiovisuales que hay ahora! Había mesas corridas de cuatro; luego se llegó a las de dos. El material era escasísimo. Sucedió que un padre quería traer a su hijo, pero le dije que no tenía donde sentarlo. Le hizo una mesa y los otros niños miraban con admiración aquella mesa individual, con envidia.

-¿Es una percepción errónea o, pese a las dificultades, antes los niños iban con más ansia al colegio?

-Sí. Para ellos era algo superior. Estaban deseando cumplir los seis años para empezar. Iban felices. Aquel local era muy frío. Conseguí una estufita y cada uno de los niños traía algo de leña para poder calentar las manos y trabajar. Con toda esa pobreza de medios materiales, tengo la satisfacción de haber conseguido alumnos muy aventajados, y otros que superaron las pruebas de igualdad de oportunidades, pudiendo estudiar con beca. También tengo la satisfacción de haberlos llevado de excursión a muchos sitios.

-¿Qué les enseñó fuera de la escuela?

-La primera excursión fue a las rías de Vigo, Pontevedra y Arousa. Los llevé embarcados. Para alguno era la primera vez que veía el mar. También fuimos a la Feria de Muestras de Vilagarcía, el Día del Escolar; a Santa Tegra; o a Valença y Caminha. Estaban alucinados. Lo consideraba muy importante, porque las cosas no era lo mismo verlas que contarlas.

-¿Se sintió querida en Abades?

-Estaba encantada, la verdad. La gente era muy cariñosa. Entonces vivía en A Bandeira, pero iba, primero, andando, después tuve coche, y más tarde en una Montesa pequeñita. Me marché porque nos concentraron en la escuela de A Bandeira, pero me fui con muchísima pena, porque estaba muy encariñada. Yo mejoré en la cuestión pedagógica, porque el colegio de A Bandeira era muy bueno comparado con lo que tenía, pero aquello me dolió mucho.

-¿Con qué educación se quedaría, con la de antes o con la actual?

-La de ahora es infinitamente mejor. Aquello era muy triste, tener que trabajar de esa forma y, sin embargo, los niños eran extraordinarios. Ayudaban en lo que fuese.