"A la banda entonces (en la segunda mitad del siglo pasado) le aplaudían antes de tocar. Nosotros no nos considerábamos tan buenos, pero la gente sí", recuerda José Costoya Balo, Vilar, uno de los veteranos -ya retirado- de la Banda de Música Municipal de Silleda. Una humildad que, unida al afán de superación -desde al autodidactismo-, y al irremediable amor por la música ha generado los cimientos de una formación que celebra este año su 125º aniversario.

Muchas y variadas son las actividades que la agrupación ha programado durante los próximos meses para conmemorar su cumpleaños, entre ellas, la grabación del disco Silleda, pobo e música, y la edición de un libro sobre su historia. La efeméride bien merece echar la vista atrás, y en ese trabajo está inmersa la comisión organizadora, formada por: José Antonio Vidueiros Sánchez, José Herminio Gómez Frade, Vanesa Vidueiros Troitiño, Alejandro Torres Barral -los cuatro, músicos de la banda-, Manuel López Fernández y Elvira Fraga Pérez, integrantes de la Asociación de Amigos da Banda de Música de Silleda. Desde el pasado octubre han reunido más de 4.000 fotografías y logrado identificar en ellas a todos los músicos, excepto a dos. La instantánea más antigua es una tomada el 1 de mayo de 1929, se cree que en la fiesta de Escuadro.

La banda trasdezana se fundó en 1888. Sus primeros directores fueron: González, de O Castro, conocido por O Merlo; Carballo, de Cangas; José Antonio y Evaristo, de O Carballiño; Fiúza, de Vila de Cruces; y Luis López Brey, de Chapa. Pero la llegada de la Guerra Civil truncó su proyección. De los 26 músicos que tocaban, únicamente cinco se libraron de ir al frente. Varios de los integrantes fallecieron en la contienda, y otros regresaron con secuelas, como el caso de Jesús, un flautista de Mourelos que perdió una mano.

Superados aquéllos duros años, la década de los cuarenta del siglo pasado fue la época de máximo esplendor de la banda. Florentino González, de O Castro, -hijo de O Melro- fue uno de los directores en esa época. Lo sustituyó, a su muerte, Juan Orza, de Ponte, quien dominaba la tuba y el bombardino. A este le siguieron Francisco Beristain -músico militar que tocaba el fliscorno-; y Tomás Beteta Yarza, también de origen vasco. "Gran director, Beteta. No había otro como él en toda la zona. Éramos los mejores", recuerda José Villaverde, otro de los intérpretes veteranos, que también se encargó de la batuta. El andaluz Salvador Calatayud Patón tomó el relevo en 1955 y, un año más tarde ocupó su puesto Antonio Amigo Ramos -de Santa Comba-, autor, entre otras, de la pieza Silleda. Por aquel entonces, la banda la integraban casi cuarenta músicos.

El ourensano Antonio Vaquero González fue director en 1959, y entre 1960 y 1964 el mando correspondió a Ernesto Beteta Garmendia -hijo de Tomás Beteta-. Luego fue el turno de José Laguarta, José Villaverde Gómez, Manuel Daniel Sánchez, Ubaldo Núñez Rivas y, de nuevo, Villaverde, entre 1972 y 1977.

El resurgimiento

La emigración fue el segundo gran varapalo para la banda, que en 1977 desaparece temporalmente, al marchar muchos de sus miembros en busca de un porvenir más próspero. Pero la música seguía corriendo por las venas de los que quedaron y, ocho años después, antiguos componentes se reúnen para formar una nueva agrupación, apoyados por la Asociación Feiral Semana Verde de Galicia y el Concello de Silleda. Los encabezó José María Fernández García, y la formación fue la cuna de una gran cantera de intérpretes. Algunos de ellos, como José Antonio Vidueiros y José Herminio Gómez, continúan desde entonces.

En 1988 toma el relevo Manuel Molinos Rivas, y un año más tarde se funda la Asociación de Amigos da Banda de Música de Silleda, símbolo del compromiso de Trasdeza con la música que todavía hoy persiste -la banda cuenta con más de 400 socios-. Un lustro después accede a la dirección José Ángel Presa Carrera, con el que se organiza el I Festival de Bandas de Música de Silleda. Y en 1995 nace la Escola Municipal de Música, en respuesta a la creciente demanda de formación existente en el municipio. En 1997, con Javier Viceiro al mando, la banda graba su primer disco. Tras él pasaron Octavio Más Arocas, José Luis Quintás, José Luis Represas y, finalmente, desde 2006, Rafael Agulló Albors, que dirige actualmente a 75 músicos, además de la escuela municipal.

Momentos en la retina

A lo largo de su historia, la formación bandística de la capital trasdezana ha actuado en cientos de municipios gallegos, españoles e incluso extranjeros, con varias salidas a Portugal y una, en octubre de 2000, a Buenos Aires. Por el camino ha recogido numerosos premios por su participación en certámenes provinciales, autonómicos y también estatales, entre los que destaca el obtenido por su primer puesto y la mención de honor en el Certamen Internacional de Bandas Villa de Altea (Alicante), en 2010, el más importante conseguido hasta el momento.

José Suárez Lavandeira (de Oleiros), José Villaverde Gómez (de Loimil, en A Estrada); y José Costoya Balo, conocido por Vilar, donde nació, constituyen la memoria viva de la banda. Se les reconoce como veteranos de la formación -son octogenarios-, aunque ya no tocan en ella. Cuando se juntan, el tiempo les vuela hablando de partituras, autores y memorables actuaciones.

"La música te lleva a otra esfera", apunta Villaverde, que empezó a tocar con doce años. "Yo veía pasar el autobús de la banda por O Foxo y se me saltaban las lágrimas", recuerda Vilar de la época en que tuvo que dejar la agrupación por motivos laborales. Tocó durante quince años consecutivos y tres esporádicos, "y aún hoy sueño con ella", desvela. "A mí me gustaba casi más ir a los ensayos que salir a tocar; estabas en otro mundo, te olvidabas de todo", apunta Suárez Lavandeira, integrante durante más de dos décadas, hasta que se casó y emigró a Andorra.

Uno de los primeros locales de reunión para preparar las actuaciones fue en un bajo de una casa de O Foxo, pero también ensayaron en la casa de Carballo -el taxista de Mourelos-, o en la casa de Pardo de Siador, entre otros lugares. Se citaban unos tres días a la semana, por la noche, y aprovechaban el mínimo tiempo libre que les dejaban sus quehaceres diarios para coger sus instrumentos.

"Siempre había muy buenas mozas donde íbamos tocar", recuerda Villaverde. De entre todas las actuaciones, se queda con una: "Cuando empecé, el 6 de septiembre de 1953, en Negreiros". Guarda también especial cariño de otra, en el municipio lucense de Taboada. "¡Hasta me llevaron el desayuno a la cama!", señal de la estima que tenían a la banda de Silleda por toda Galicia. Para Costoya las fiesta de María Pita en A Coruña, en 1957, son inolvidables. "En las aldeas había que ir tocando por los lugares, pero allí dimos un concierto, hicimos algo de pasacalle y por la noche volvimos a tocar. En las aldeas era distinto; siempre había mucho polvo y era molesto", argumenta. Por su parte, Suárez Lavandeira, también se queda con su primera salida, a las fiestas de Laro, en 1944.

Piezas para la historia

En sus memorias todavía resuenan las melodías que tantas veces repitieron de palco en palco. "En el Piar de Negreiros no podía faltar La leyenda del beso", asegura Costoya. Y todavía hoy los vecinos la piden. El pasodoble Manolo Martín Vázquez es la pieza predilecta de Suárez Lavandeira; y Villaverde se queda con Escenas del amor, aunque a cualquiera de los tres le es difícil elegir sólo una pieza. Y es que decenas de ellas han puesto melodía a su vida, la música.

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