-¿Qué opinión le merecen los trabajos realizados en el Pazo de Liñares después de su última visita al edificio?

-Me gusta lo que se está haciendo, aunque en lo que respecta a los usos está medio por definir. El miedo que tengo es que se convierta en una segunda Cidade da Cultura en pequeño, donde hay continente pero no contenidos. Se está gastando una gran cantidad de dinero en adecentarlo y ojalá hubiese una vida cultural con contenidos de sobra para trasladar a ese lugar. Parece que sobran edificios porque, como te digo, no hay contenidos suficientes para llenarlos.

-¿Dónde se podrían encontrar las ideas necesarias para dotarlo de esos contenidos?

-Eso no va a resultar nada fácil. Tiene capacidad pero está algo alejado del casco urbano. Creo que tiene un terreno que lo rodea muy apropiado, por ejemplo, para colocar allí esculturas. Incluso hay todavía algunas antiguas piedras de la iglesia de Prado por allí tiradas. Hasta el propio Museo de Pontevedra podría ceder algunas piezas relacionadas con el lugar. De todas formas, no pienso que sea sencillo encontrarle al Pazo de Liñares una vida cultural adecuada a su espacio.

-¿Qué es lo que menos le gusta de los trabajos de rehabilitación del pazo?

-Rehabilitarlo está muy bien porque era algo que se pedía porque es una de las construcciones más emblemáticas de la zona. Pero volvemos a lo de siempre, al importante gasto de dinero público en obras de este tipo y si compensará. Yo le veo un uso de "guardador" de muchas cosas. Sin embargo, no lo veo como sede de congresos o algo parecido porque aquí no das abasto. Y, en cuanto a las obras, tengo que reconocer -y así lo dije en su momento- que no me gustan nada las molduras que le pusieron a la principal estancia del pazo; creo que no pega mucho con el edificio.