Se declara fan incondicional de grupos como AC/DC, Guns and Roses y Led Zepellin, entre otros, y no oculta su preocupación por la situación actual del Barça, equipo del que es seguidora incondicional. Los que la conocen recuerdan que ya desde pequeña quería dedicarse a la abogacía, a pesar de no contar con tradición familiar al respecto. Hoy, Carmen González posee un bufete propio en plena calle Venezuela de Silleda, su tierra natal, una aspiración que tuvo desde el momento que se licenció en la Universidade de Santiago de Compostela. Recién celebrado el Día de la Mujer, González reflexiona sobre el significado de esa jornada y, también, sobre su trabajo en Trasdeza.

-¿Por qué tuvo tan claro ser abogada desde la infancia?

-No lo sé. Siempre tuve clarísimo desde pequeñita que sí quería trabajar, desempeñar una profesión y de un modo absolutamente irreal debido a la edad. Sí me tienen recordado compañeros de clase y profesores que ya con 12 años decía que iba a ser abogada y que no me iba a casar. Cumplí con lo primero porque lo de no casarme es una cuestión formal, aunque realmente es como estuviera casada porque son 15 años con la misma persona. La abogacía me parecía una profesión desde la que podías ayudar a los demás. Yo soy de pueblo y crecí con todas las tropelías jurídicas que se cometían, en el sentido de que el que tenía dinero sacaba la suya por encima, y eso nunca me gustó. Después, mi padre era albañil y mi madre es limpiadora, una familia humilde, y lo que siempre percibí fueron las injusticias que se cometían.

-¿Coincide con los que piensan que el Día de la Mujer se dejará de celebrar cuando de verdad exista igualdad de sexos?

-Efectivamente, lo que pasa es que yo creo eso va a ser una utopía. Hay unas realidades físicas evidentes que no vamos a poder cambiar, es decir, cuando una mujer queda embarazada experimenta un cambio físico y hormonal, y unas limitaciones que un varón a la hora de ser padre no va a sufrir. Ahora, fuera de esas diferencias puramente físicas, no deberían de existir otras y, efectivamente, pues no tendría porque existir un Día de la Mujer ni tendría porque existir, que es lo más sangrante, el Día de la Mujer Maltratada. Pero eso es algo que yo creo que no vamos a poder cambiar.

-¿Considera complicado alcanzar esa igualdad plena incluso con los avances conseguidos en los dos últimos siglos?

-Se adelantó mucho y sobre todo en el apartado de la mentalidad. Yo creo fundamentalmente en la educación, que es la base absoluta de todo y sí es cierto que en la época de nuestras madres a la mayoría de las mujeres no se las educaba si no que se las adoctrinaba. Lo que se pretendía es que desde niñas creyesen y sintiesen que su realización personal, su valía social, su función en esta vida era fundamentalmente anteponer la familia a ellas mismas. Lo que les tocaba era sentirse orgullosas de ello e incluso criticar o señalar a las que no lo hacían era criando a sus hijos, atendiendo a los mayores y a los dependientes, atendiendo también a sus casas y, posteriormente, incluso desarrollando y teniendo un trabajo remunerado. Yo creo que lo que tiene que ser, y en eso sí cambiamos mucho, es que ahora se educa tanto a las mujeres como a los hombres para seres independientes tanto intelectual como emocional como económicamente.

-¿Se debería incidir más entre los hombres en ese tipo educación igualitaria?

-Desde mi punto de vista, es muy paradójico que el peso de la educación lo llevaron siempre las mujeres, las que educaban en el ámbito familiar eran siempre ellas y, en cambio, daban una educación absolutamente machista. Desde el ámbito familiar, son los primeros en hacer diferencias, el niño a jugar con el tractor o a las vacas, y la chica en casa con la madre, con los abuelos, cuidando a sus hermanos más pequeños... Era una diferencia fundamental, pero eso hoy en día creo que ya desapareció. También cambiaron los condicionamientos sociales porque antes había muchísima más presión con respecto a la educación que había que darle a las mujeres, se era mucho más crítico e inflexibe con lo que podían o no podían hacer, y yo creo que eso ahora no existe.

-¿Desde su bufete se notan esas mejoras igualitarias?

-Sí. Queda mucho por hacer y, sobre todo, en el ámbito rural donde aún se espera de las mujeres que se dediquen a sus hijos y a la familia. Para cambiar eso hacen falta muchos años de trabajo y yo creo que se requiere aún más esfuerzo de los varones que de las mujeres. Que los señores entiendan y aprecien otra faceta de la mujer excepto que sirva única y exclusivamente para atender la casa y cuidar a los hijos. Que sean más compañeros y no tener a su lado a casi una empleada doméstica. Como te digo, eso es más labor de los varones.