El sonido de una campanilla recorre el local para avisar de que un cliente acaba de traspasar el umbral. Detrás de la barra, con el acceso a la tienda a sus espaldas, Manuel Porto Paramá rememora cómo fueron los primeros pasos de Casa Porto, la mítica taberna de Ouzande que este año cumple medio siglo de historia. En A Estrada, al igual que sucede en muchos puntos del rural gallego, cada vez quedan menos establecimientos como este. Es uno de esos lugares que se convierte en punto de encuentro para los vecinos del entorno, con una oferta y un horario amplios para solucionar las compras del día a día o una necesidad surgida a última hora. Un sitio, al fin y al cabo, donde todo el mundo es bienvenido, donde poder sentirse como en casa.

Corría el año 1962 cuando Manuel Porto y su mujer, Elsa Gestoso Salvado, decidieron continuar con el negocio que unos meses antes había abierto en este mismo local la hermana de Elsa. Después de su boda, el matrimonio aceptó la invitación de la suegra de Porto, que estaba decidida a que el local no cerrarse sus puertas. O se ponían ellos al frente o lo haría ella misma, con la fortaleza y decisión que conservaba a sus 70 años. La joven pareja tomó el testigo, llenos de la ilusión y el arrojo que exige capitanear una aventura empresarial. Manuel reconoce que los tiempos eran difíciles, aunque matiza que bastante mejores que los de ahora pese a que todo era peor. "No quedaba gente en la parroquia que no viniese a la taberna", recuerda. "La cosa iba para delante y no para atrás", añade en relación al actual contexto de crisis y dificultades económicas.

Cuando abrieron sus puertas el kilo de pan costaba 6 pesetas. Por una taza de vino se pagaba tan solo una peseta, que después subiría a dos y más tarde alcanzaría el duro. Los vecinos de Ouzande y sus alrededores acudían a esta taberna a comprar la variedad de productos que ofrecía. Vendían un poco de todo, desde pienso para el ganado vacuno y tercerilla hasta una amplia gama de comestibles. Algunos clientes llegaban con el carro de las vacas hasta Casa Porto para cargar los sacos.

El oficio de Manuel era el de carpintero. En una época en la que el azúcar, la harina o el pimentón, por ejemplo, llegaba a granel y era preciso dispensarlo en pequeños cartuchos, su esposa se las ingeniaba para ir adelantando trabajo con la preparación de paquetes en los pocos ratos libres en los que no había clientela, sosteniendo en brazos mientras atendía la taberna al hijo del matrimonio que hoy está al frente del negocio familiar, Manuel Porto Gestoso.

"En 50 años el cambio fue enorme", comenta el fundador de la taberna que este año celebra sus bodas de oro. Pese a las dificultades de la época, el negocio prosperó pronto. En el mismo año en el que se casaron, este matrimonio ya pudo hacer la caja donde irían las escaleras de su vivienda –pudieron construirla, señala, gracias a Luis Fernández Novoa, por el crédito que les facilitó en la mercancía que le compraban– y un almacén para poder meter un camión de sal, vendiendo el producto para conservar la carne.

Porto considera que, en proporción, las cosas marchaban mejor que ahora. Subraya que entonces se pagaba solo la contribución, unas 5.000 pesetas al año, y lamenta que hoy día "casi no se da pagado la luz". Y es que las 50 o 60 pesetas de factura que antaño abonaba el negocio por consumo eléctrico distan mucho de los 500 euros de media actuales, con un último recibo que –comenta alarmado Manuel– que alcanzó los 745.

"Fuimos aguantando porque teníamos un poco de todo", prosigue. Relata que la llegada de grandes superficies a A Estrada ocasionó un "cambio enorme" de clientela. "Vamos aguantando, justamente, porque los gastos se triplicaron", continúa. "Está peor para nosotros que en aquellos tiempos. La vida fue para adelante pero fue demasiado para adelante en muchas cosas", añade.

Reparto de leche fresca

Con un marcado espíritu de persona emprendedor ay luchadora, Manuel Porto compaginó el negocio familiar primero con su oficio de carpintero y, después, a partir de los años 70, sirviendo leche fresca durante 30 años en A Estrada, procedente de las parroquias de A Somoza y Ouzande. Terminó llevando leche desde el fondo de la avenida de Fernando Conde hasta la avenida de Pontevedra, contando con un tanque de 500 litros que algún día casi casi se quedaba escaso.

"Son 50 años que no perdí un día de levantarme a las siete de la mañana", recuerda el fundador de la taberna de Ouzande. Desde las siete de la mañana su puerta está abierta, comenzando a repartir pan y atendiendo a todo aquel que desee tomarse su primer café.

En el año 1976 estos estradenses tuvieron que separar el bar de la tienda, una distribución que se mantiene hoy día, comunicando ambos locales por una puerta interior y con accesos independientes desde el exterior. Aunque el ir y venir de gente es constante, existen horas punta, como las 13.00 horas del sábado, cuando en el local se junta un grupo de los de siempre, o los domingos, en los que la tienda funciona con mayor bullicio, especialmente sirviendo el pan fresco a los vecinos del entorno

El reclamo del televisor

Manuel reconoce que en el bar hay mucha menos gente de la que había antes. Recuerda que cuando él y su mujer empezaron con el negocio acudía al establecimiento mucha gente mayor. "Entonces se juntaban 18 o 20 hombres a echar la partida. Hoy se juntan ocho", compara. Además, en el año 1965 eran pocos los hogares de la zona que tuviesen televisor. El que había en la taberna era un éxito rotundo y todo un reclamo cuando los jóvenes de la zona –que ahora superan los 50 años– llenaban el local hasta la bandera para disfrutar el capítulo de Bonanza que ponían los domingos.

"El problema de los años es que pasan tan pronto…", dice Porto con nostalgia. Su conversación fluye con los recuerdos, mientras su mente parece viajar a aquellos primeros años de taberna. Medio siglo es mucho tiempo y motivo más que suficiente para una celebración. Así, estos estradenses invitan a todos los que en algún momento, durante estos 50 años, entrasen en la taberna de Ouzande a compartir con sus fundadores unos pinchos el próximo 30 de junio. Manuel no se olvida de hacer extensiva esta invitación a las personas a las que llevó leche fresca cada mañana durante 30 años. Serán todos bienvenidos. Estarán todos en su casa.

Además, este negocio, que instalará una carpa para acoger esta celebración, sorteará ese mismo día cinco vales de compra de 50 euros, cuatro jamones y un vale de 100 euros.

Manuel es una de esas personas a las que gusta encontrarse detrás de una barra. Alguien dispuesto a conversar pausadamente sobre cualquier tema, haciendo que su cliente se sienta cómodo en su compañía. Antes de despedir a quienes ayer traspasaron su puerta para preguntarle cómo han sido estos 50 años en la taberna de Ouzande, no olvida recordarles que se lleven consigo, además de los recuerdos compartidos, el agradecimiento público a todos los que en todos estos años le encontraron tras el mostrador.