Más que las heladas, los vecinos de la parroquia silledense de Chapa temen al elemento para erradicarlas: la sal. Los propietarios de las viviendas situadas al margen de la Nacional 525 a su paso por la citada localidad denuncian que el mineral que esparcen los camiones durante las noches más frías del año para evitar la formación de placas de hielo en la calzada llega a las fachadas de sus casas, provocando cuantiosos daños en las construcciones debido a su efecto corrosivo.

Ventanas, puertas, pinturas y balcones acaban impregnados de sal, lo que conlleva, con el tiempo, deterioros en las superficies. Ana López es una de las más perjudicadas. Su casa, la número 22, está al pie de la general. "Tengo la ventana toda blanca de la sal y la puerta de madera de la cuadra igual. Se me va a pudrir todo", advierte indignada ante los oídos sordos del Ministerio de Fomento, al que solicitaron una solución. "Pedimos que los camiones pasen despacio cuando atraviesen Chapa. no decimos que no echen la sal, que la queremos, pero pueden hacerlo más cuidadosamente para evitar estos estragos", razona.

Los vecinos enviaron hace un año a través del Concello de Silleda un escrito al departamento que ahora dirige Ana Pastor para exponer esta problemática, junto con otras reivindicaciones referidas a la mejora de la seguridad vial en la zona y al rebaje del firme de la calzada, ya que la Nacional está ´enterrando´ sus viviendas. Esta circunstancia agrava los problemas a la hora de realizar las labores de esparcimiento de la sal, que llega, incluso, a los balcones. Es el caso de la vivienda Josefa Pérez, también muy próxima a la carretera general. "Se está carcomiendo el esmaltado del aluminio de las ventanas y se oxidan los hierros del balcón", lamenta esta vecina del número 25. "La carretera sigue subiendo de nivel y los granos de sal entran en las casas", relata antes de recordar que los propios vecinos pararon las máquinas que trabajaron en la última mejora del vial. "Vino desde Pontevedra un ingeniero de Fomento y nos contestó que era el precio que teníamos que pagar por estar en primera línea de carretera. Que nosotros éramos un mal menor. Es una vergüenza".

Impotentes ante la impasividad de los responsables políticos, los vecinos lamentan que la situación se repita cada invierno y que nadie les ofrezca ni una solución ni una compensación por los daños. También siguen esperando alternativas a los problemas de inseguridad denunciados. En el mismo escrito presentado hace un año, solicitaban la instalación de un semáforo o pasos seguros para cruzar la calzada así como el establecimiento de líneas discontinuas para acceder a las viviendas sin tener que dar un rodeo.