Se doctoró en Psicología en la Universidade de Santiago, donde imparte clases en la Facultade de Ciencias da Educación del campus de Ourense. Natural de Catoira, donde nación en 1969, Manuel Isorna coordina en la actualidad varios programas de prevención de drogas en concellos de la comarca de Umia. Isorna impartió, ayer, en Lalín una charla sobre el consumo de alcohol en la sociedad del siglo XXI dentro de la Escola de Pais e Nais organizada por el Concello.

–¿Cuáles son las directrices de una conferencia como esta, dirigida a padres de adolescentes?

–Mi idea es dividir la conferencia en tres partes: Una revisión histórica de lo que era el alcohol hace años en la sociedad, la incidencia del alcohol hoy en día y, por último, ofrecer información sobre lo que supone el consumo de alcohol.

–¿Son los botellones la antesala ?

–Los estudios científicos elaborados hasta ahora dicen que el botellón es el lugar donde la mayor parte de los jóvenes se ponen en contacto por primera vez con el consumo del alcohol. El problema del botellón es la edad de los van a ellos y la cantidad de alcohol que ingieren. Cada año que pasa disminuye la edad de los chicos que participan en ellos. Se han dado caso de chicos de 12 y 13 años con comas etílicos severos tras consumir cuatro o cinco unidades de alcohol en menos de dos horas, lo que es una barbaridad.

–El problema también puede radicar en que el alcohol es una droga lega y socialmente, todavía, bien vista. ¿No?

–El lugar que antes ocupaba el tabaco en la sociedad lo ocupa ahora el alcohol. Lo malo es que hay políticos que incumplen la ley facilitando la creación de botellómetros. Es la diferencia entre España y Europa, donde está penada y mucho la venta de alcohol a menores, por ejemplo.

–Antes, también, se nos iniciaba dentro de la familia a muy temprana edad en su consumo y nadie decía nada.

–En el rural, sobre, todo existía esa tradición, pero ha ido desapareciendo poco a poco. Se bebía, por ejemplo, en las fiestas patronales y en la matanza del cerdo, pero eso era una o dos veces al año. De eso hemos pasado a todos los fines de semana, sin límite de horarios y tampoco sin control alguno por parte de los adultos. Está comprobado que del 80% de los que van al botellón y consume alcohol también consume drogas ilegales. Estamos hablando de una serie de conductas que pueden conllevar problemas neuropsiquiátricos a largo plazo.

–¿Cómo habría que combatir esa lacra para evitar males mayores?

–Se combate cumpliendo la ley. Hay que prohibir y sancionar a aquél que venda alcohol a menores. Es algo parecido a lo que pasó hace años con lo del casco en las motos, que los chavales los llevaban en el brazo en lugar de en la cabeza. Después de que en Europa se puso en práctica una campaña y funcionó, en España se empezó a multar y se terminó el problema. Con el alcohol habría que hacer exactamente lo mismo.