–La Asociación de Clubs de Caza e Cazadores de Caza Maior de Galicia cuenta ya con medio millar de integrantes, entre cuadrillas y deportistas a título individual. ¿Con qué fin se pone en marcha?

–Queremos ser un foro de debate, puesto que la caza mayor cambió mucho y más rápido que las leyes cinegéticas y las instituciones vinculadas a ella. La actual ley de caza, por ejemplo, deriva de la norma franquista de 1973, por eso la nueva norma tiene que reducir la responsabilidad que pesa sobre los cazadores porque, al fin y al cabo, nosotros somos una sociedad sin ánimo de lucro.

–El colectivo a que pertenece diseñará, junto a los sindicatos agrarios y la Consellería de Medio Rural, un plan piloto para minimizar los daños de jabalíes sobre los cultivos. ¿En qué consiste?

–Queremos aplicar medidas en tres zonas piloto, aún por decidir, que ya se ensayan en otros puntos de Europa. Sin ir más lejos, en Berlín capital se cazan unos 3.000 jabalíes al año. Son soluciones sencillas, como sembrar maíz en pistas y montes para evitar que el animal se introduzca en las fincas, además de colocar pastores eléctricos en las pequeñas plantaciones y dividir las grandes en parcelas de menor tamaño para facilitarnos la caza. No se puede olvidar que las plantaciones forestales indiscriminadas y las fincas de varias hectáreas de maíz crearon este boom de caza mayor. También es cierto que la proliferación de fauna salvaje se debe a que, tras la oleada de incendios de 2006, la Xunta no dejó cazar hasta tres años después, mientras que los cazadores propusimos que se activase ya en 2008. Con esta decisión los animales criaron sin control. Además, a los cotos se nos exige un informe cinegético sobre el volumen de especies, mientras que en las zonas libres no se elabora.

–¿Han servido de algo las batidas por daños?

–Las batidas de jabalíes en verano son un placebo, porque los perros no tienen rastro, mueren con el calor y además se molesta a otras especies. El error de las batidas por daños estriba en que se mata a las madres, que dejan en las fincas a las crías, algunas de ellas ya en edad fértil y que ahora, sin la ´jefa´, podrán tener piaras. La forma ideal de eliminar población sería mediante esperas nocturnas y la batida de uno o dos animales inmaduros.

–Otra de las especies que trae de cabeza a los ganaderos es el lobo. ¿Cuál es la propuesta de su asociación?

–La caza del lobo en Galicia está prohibida, salvo por daños. Muchos estudios tuvieron en cuenta al lobo, pero no al ganadero quien, al ver que ni se le pagan los daños y que intentan burlarse de él asegurándole que los ataques son de perros asilvestrados, acaba envenenando los montes. Lo que hay que hacer es convertir al ganadero –el verdadero cuidador de la diversidad– en guardián del lobo, de modo que, cada vez que se caza un ejemplar, se pague al ganadero que dio la alerta lo que vale el lobo en el mercado internacional legal, entre 5.000 y 6.000 euros. La caza del lobo podría generar un turismo rural de altísima calidad.

–¿La caza sigue siendo una actividad controvertida?

–A pesar de que es el primer uso no agrario del monte, aún tenemos mucho que lidiar, pero vamos superando tópicos. Este sábado celebramos la primera montería femenina con el Club de Monteros Galaicos. Económicamente, este deporte mueve de forma directa tanto dinero como el Albariño.