La familia holandesa Helnerik lleva once años recorriendo varios países europeos en sus dos carruajes tirados por tres caballos y con la compañía de seis perros. Judith y André emprendieron en el año 2000 un viaje desde Holanda a Galicia, pasando por Bélgica, Francia y Portugal. Esta pareja de aventureros optó por un estilo de vida nómada tras un viaje en furgoneta por Francia. Desde hace varios días se encuentran en A Estrada, justo al lado del puente medieval que une el municipio con la localidad de Pontevea.

La idea de emprender este viaje fue de Judith, pintora de profesión. Tras observar una caravana en Francia, decidió llevar a cabo este particular periplo. El carruaje tirado por caballos y adquirido en Francia fue bautizado como Roulotte Papillotte y pintado por Judith sobre un fondo de vivo amarillo. La familia recorre cada verano cientos de kilómetros y en invierno se asienta en una zona determinada a la espera de que las inclemencias meteorológicas desaparezcan y sea posible emprender el viaje con mayor seguridad.

Los Helnerik llevan cuatro años en Galicia y en los meses estivales viajan de feria en feria para poder comercializar los productos que fabrican y las actividades que realizan. Así, organizan talleres de maquillaje, venden fotos y dibujos. El dinero que recaudan les da para sus propios gastos y los de sus dos hijas, de11 y 13 años. Su educación corre a cargo de los propios padres. Mediante internet y libros, Saphire y Yentl Rose aprenden las materias que les enseñarían en el colegio. Tras el nacimiento de las niñas, la pareja holandesa, decidió fabricar con sus propias manos un nuevo carruaje, esta vez rosa, y lo bautizaron con el nombre de Casite Libelotta.

El día a día de esta familia holandesa comienza a las 07.00 horas de la mañana para emprender un nuevo tramo de su largo camino. Recorren solo 10 kilómetros por jornada y únicamente descansan cuando participan en ferias. Aunque les encanta su vida, no pueden evitar echar en falta a sus seres queridos. Amigos y familiares tienen que conformarse con una visita cada año, de solo dos semanas.

La gente que se encuentran por el camino les ayuda en todo lo posible y esto hace que vivan experiencias únicas e irrepetibles. A pesar de ello, André explica que dentro de dos o tres años su aventura terminará. Creen que es bueno para sus hijas que tengan una vida más sedentaria. La adolescencia se acerca para ambas y la necesidad de conocer gente y tener amigos con los que quedar a diario hace que sus padres planeen fijar una residencia en Holanda para el resto de su vida. Así también podrán dedicarse de lleno a sus profesiones y empezar e echar raíces.