Este lalinense elige la Devesa de Virondelo, desde donde se divisan las parroquias de Vilatuxe y Zobra para esta entrevista, en la que pretende huir de las estadísticas relativas a los incendios forestales, aunque insiste en que los fuegos son una lacra para los montes. Cree que es necesario realizar una labor pedagógica y advierte de que la puesta en valor del rural es clave para potenciar el turismo, rebajar el número de incendios y aprovechar los recursos madereros. Agulló es un apasionado de esta zona de Lalín, que, cree, quizá sea más conocida por "gente de Vigo o Pontevedra que por los vecinos de la zona. Durante varias horas de paseo es capaz de identificar por su nombre científico y popular decenas de especies vegetales, anfibios en regatos y las aves que sobrevuelan este espacio de la Rede Natura; un auténtico paraíso natural que está a solo 20 minutos del centro urbano de Lalín.

¿Cree que la puesta en valor del monte todavía una tarea pendiente?

–Los efectos de la crisis y con el estado actual de la economía, que incluso afectó al precio de la madera y en una etapa en la que los combustibles fósiles entraron en una escalada de subida de precios, aparecen alternativas como los cultivos energéticos para pellet y biodiesel. El momento del monte todavía está por llegar y tendrá una rentabilidad directa, incluso más importante que hasta ahora.

Entonces no se valoriza lo suficiente, parece que el monte sea más una carga que un bien natural o incluso un dinamizador de la economía...

–Sobre el monte en Galicia y en las comarcas en particular no existe una cultura forestal. Estaba concebido como un espacio donde se iba a buscar leña, se cultivaban estivadas, o se aprovechaban unas castañas, donde a veces ardía... Entre la población del rural la cultura forestal está todavía por desarrollar, se dieron pasos pero todavía falta mucho trabajo por hacer en este ámbito. No quiero decir con esto que no tenga valor, falta hábito, de ponerlo en producción, de cuidar el arboledo, de podarlo, de hacer los aclareos y mejorar un producto final que es la madera y que aquí crece más rápido que en cualquier país europeo.

Comentaba usted que en un trabajo reciente con 1.500 escolares de las comarcas, la mayoría de ellos asociaban el vocablo monte a incendio...

–Eso es un error. Esta generación hereda la ceniza, los incendios y a todos corresponde hacer cambiar este pensamiento. Los niños, ya desde primaria, tienen una educación ambiental mejor de la que tuvimos nosotros y también respecto a la sensibilización. Hay que tener en cuenta que lo que supone un incendio, que es una catástrofe para el suelo, para las aguas... Creo que las nuevas generaciones están más concienciadas, pero lo que falta es el tramo de crear el árbol, darle la silvicultura adecuada, y poner un producto final en el mercado.

La administración es la que debe intervenir en la prevención y extinción de incendios. Pero, ¿qué podemos hacer los ciudadanos?

–(Risas). Esa pregunta da para hablar una semana entera. Hay que entender que los fuegos son un problema de todos y todos tenemos algo que aportar para acabar con los incendios. El ciudadano es conocedor de la guerra de cifras, pero tiene que entender que el fuego deshace el trabajo que se hizo, elimina la madera, hay pérdidas ambientales y de suelo terribles. Encima, hay que pagar una factura que el año pasado fueron 107 millones de euros que salen del bolsillo del contribuyente para mantener lo que hay. Eso. a todas luces, es insostenible y todos tenemos la obligación moral de ponerle nombre y apellidos al que pone fuego intencionadamente; un delito recogido en el código penal con hasta 21 años de cárcel. El fuego en el monte es un terrorismo ambiental sin parangón y lo más comparable a un tsunami.

Hay casos en los que los vecinos conocen la identidad de los incendiarios...

–La colaboración ciudadana es cada vez mejor y la muestra es que muchos de los avisos de incendios se reciben a través de llamadas de particulares. Sobre su número, aunque bajó, estamos lejos de ser optimistas. Si golpeas un coche por la calle y la gente te ve, tienes que reparar ese daño económico, pero si alguien quema un monte a un particular, los que no son cómplices son casi encubridores. Lo que este vecino pierde también tiene un valor económico y no debemos tener miedo en poner estos hechos en conocimiento a gente como nosotros, que estamos al servicio de los contribuyentes. Hay que realizar planes y mejorar la investigación, saber qué los produce, qué los desencadena. Podemos realizar un plan muy costoso, pero si no conocemos las causalidades no sirven. Cada día se recogen más datos de incendios y, sobre su autoría, hay un trabajo que dará sus frutos. Es un delito difícil de perseguir, pero, aunque parece que no se sabe nada de ellos sí se sabe, sobre todo en los casos reiterados y en los actos acometidos con dolo.

¿La valorización del rural es, todavía, un concepto filosófico?

–El abandono del rural es mas bien un éxodo. La gente que queda son mayores que apenas se valen por ellos mismos y son personas que vieron el rural como un jardín. Incentivar el rural pasa por poner en valor los productos que puede generar. Ahora se apuesta por cultivos intensivos y producciones ganaderas aceleradas, por eso así también podríamos recuperar la salud y dar más calidad de vida. No se puede dar la espalda al rural y el modelo actual de grandes urbes a nivel mundial a mí me produce terror.

¿Cuál debe ser el modelo a desarrollar para fomentar el turismo en espacios naturales?

–Los recursos en Galicia y en esta zona están por desarrollar. Ir a visitar un roble centenario, que hay muchos, ver zonas como Zobra, Vilatuxe, Forcarei... Quizá haya más gente de Vigo o Pontevedra que conozca estos montes que nosotros mismos, pero, en parte, es porque no lo tienen tan cerca. Hay un cambio cultural. Hace años, para conocer Zobra había que comprar un mapa y hoy existen otros recursos como internet que permiten conocer estas zonas y visitarlas. Sabes donde puedes comer, si hay rutas o no, hay más posibilidades. La cuenca del río Deza es otra zona hermosa y solo hay que buscar fórmulas para, de una forma razonable, explotar esto. Quien más valora el monte es el que no ve fluir las aguas, nacer las plantas y para ellos esto es un elixir; nosotros somos unos privilegiados.

Comentaba que del suelo y del agua sale todo...

–El valor natural vital más importante que tiene el ser humano es el suelo fértil, porque de ahí y del agua sale todo, es la fuente de vida. Y lo relacionaba con los incendios porque, cada vez que hay uno hay arrastre y ese suelo acaba en el mar y son valores que se pierden. Es una pérdida cuantificable que no retorna. Tenemos el ejemplo del año 2006, cuando murieron, por los incendios, bancos marisqueros enteros. Ahí queda reflejado que el problema del incendio no acaba con su extinción. Los avances en normativas medioambientales en los últimos años fueron importantes, aunque siempre se puede hacer más, porque teníamos un suspenso.