El diccionario define la literatura como el arte que emplea como medio de expresión una lengua, la palabra. Ramón Garrido Iglesias, popularmente conocido como Ramón de Liripio, era, sin saberlo, un literato. Cada mañana se levantaba de la cama en el lugar de Xestás para ganarse el jornal. Se dejaba guiar en su caminar por las casas de las que salía humo donde, a buen seguro, su trabajo habría de serle compensado con una buena taza de caldo y un pedazo de pan. Sus ocurrencias, cuentos y anécdotas le convierten en un exponente de la tradición oral y la cultura popular de estas tierras.

El escritor David Otero lleva siguiendo los pasos de Ramón de Liripio desde hace 30 años. Tabernas, teleclubes y otros puntos de encuentro le han permitido ir recogiendo historias sobre el protagonista de su libro Ramón de Liripio, un colo no que contar, cuya primera edición se encuentra agotada. Las continuas fuentes de información sobre este personaje de las que ha ido bebiendo a lo largo de todo este tiempo le han permitido comprobar cómo, cuando se conmemora el centenario de su fallecimiento, Ramón continúa vivo y activo.

Recuerda Otero cómo, en tiempos en los que la televisión no consumía tantas horas, los niños de las aldeas como Liripio, Rivela, Codeseda, Souto, Meavía, Forcarei o Quireza, absorbían como esponjas las palabras de este contador de historias. Algunos de esos niños transmitieron, rozando ya las 100 primaveras, a este escritor la memoria vida de este vecino de Xestás.

La asociación cultural Vagalumes de A Estrada rindió en la tarde de ayer un homenaje a Ramón de Liripio, un acto en el que, desde el primer momento, han querido volcarse y colaborar los vecinos de esta parroquia. El local social O Chiringo fue el lugar escogido para honrar la memoria de este estradense. Se hizo del modo que hubiese querido: una tarde de cuentos, de historias que él mismo pudo contar.

Ramón recorrió muchos caminos de las aldeas que aún hoy le recuerdan. Su biógrafo recoge que en todos los sitios siempre era anunciado con una sonrisa y con cierto grado de admiración. Falleció el 11 de febrero de 1911, de gripe y habiendo cumplido los 65 años. En la iglesia parroquial de Liripio se le recordó el sábado con una misa.

En la tarde de ayer algunos de sus cuentos se escucharon en las voces de Martiño, Brais y Edu, alumnos del IES Nº1 de A Estrada, que leyeron Que ninguén bote máis millo do que pode sachar, casi una pequeña reivindicación sindical agraria de este literato jornalero. Como no podía ser de otra manera, recuerdos y cuentos retrataron a Ramón de Liripio gracias también a las intervenciones de Celso Sanmartín, Fantoches Baj, Manuel Alén y Barbastristres.