Paciencia es la palabra que mejor define la actitud de Alberto García Iglesias tras lo sucedido en una aciaga noche del pasado mes de marzo, cuando las llamas hicieron añicos una antigua vivienda de Donsión remodelada para que tanto él como su mujer y su hija de corta edad llevaran una vida agradable junto a sus suegros. “Si ves como estaba esto antes. Lo teníamos todo muy bien puesto dentro de una casa antigua, pero remodelada con sentido”, afirma este joven lalinense que, desde entonces, aprovecha el tiempo libre que le deja su trabajo para, poco a poco, realizar tareas de desescombro y reparación en lo que queda del edificio siniestrado, así como en el acondicionamiento del anexo al que han tenido que trasladarse todos después del incendio.

La intención de Alberto es mantener la fachada exterior de la casa calcinada porque “si no a los mayores les da algo” y fusionarla con el añadido que desde el fuego les sirve de improvisado domicilio. “Lo que más necesitamos es, por supuesto, dormitorios porque ahora la niña duerme con los abuelos”, explica mientras señala a la chimenea causante de unas llamas que no respetaron siquiera los juguetes de su pequeña, perfectamente ordenados, recuerda, en la parte alta de la construcción. Alberto tiene calculado que hacen falta seis pilares para poder empezar a obrar sobre las ruinas de la que fue su casa para conseguir su objetivo.

Subvenciones

Preguntado por cuánto podría costar la reforma, el joven dezano no se atreve a dar una cifra exacta. “Pueden ser 60.000 o 70.000 euros, o más. Es imposible calcularlo sin tener aún el proyecto finalizado”, recuerda. Alberto también hace referencia al ofrecimiento hecho en su momento por parte del alcalde de Lalín, José Crespo, para intermediar con algún organismo oficial que pudiera subvencionar en su totalidad o en parte los trabajos de remodelación. Uno de los grandes inconvenientes con los que se encontró el propio Alberto después del incidente fue la falta de un seguro que cubriera los daños.

A la espera de que alguien les eche una mano, Alberto anuncia que mañana les van a poner una nueva cocina en el anexo del edificio destruido por el fuego. “No recuerdo bien la cifra exacta, pero creo que la cosa nos sale por unos 5.000 euros, un gasto que para una familia como la nuestra es muy fuerte”, dice un Alberto dispuesto a salir adelante a toda costa después de vivir una tragedia como esta.