"Vese que A Estrada era una zona moi dinámica". Con estas significativas palabras describía ayer César Gómez Buxán, autor del artículo "Os oficios na terra da Estrada. Un panorama do século XVIII" –incluido en el último volumen de la Miscelánea Histórica e Cultural editada por el Museo Manuel Reimóndez Portela–, al municipio estradense de hace tres siglos. Es una de las conclusiones obtenidas con este estudio, en el que muestra que en el Concello había más de una treintena de profesiones diferentes en aquellos tiempos. "Había unha proliferación de oficios moi variados", añade en comparación con lo que ocurría en otras zonas como Deza o el Concello de Melide, entornos analizados también por este aficionado a la heráldica y la genealogía que cuenta con múltiples análisis en estas materias.

La Estrada del siglo XVIII era pues tierra de arrieros, contándose por decenas los vecinos dedicados a esta profesión, principalmente naturales de las parroquias de Souto, Codeseda y Arca. De ellos dependía el transporte de mercancías, una labor que efectuaban principalmente gracias al empleo de mulas o yeguas. A parte del municipio estradense, también por Cerdedo y Forcarei se extendió este oficio. Además de la importancia de la propia labor de los arrieros, este empleo permitió que se desarrollasen otros como el de taberneros o trabajadores del cuero. Numerosa era también la presencia de "canteiros" y "pedreiros" , que existían en más de la mitad de las parroquias estradenses. Su trabajo permitía por ejemplo la construcción de edificios, la talla de escudos para casas señoriales e inmuebles eclesiásticos o la elaboración de cruceros. Cuenta César Gómez que su valoración como profesionales era inferior a otras ocupaciones como podían ser los herreros y que sobre todo se asentaron en las zonas de Codeseda, Souto, Arca, Ribela y Parada. La diferencia entre ambos oficios es que el "pedreiro" se encargaba de "arrancar e proporcionar pedra aos canteiros", matiza el autor del citado trabajo.

La importancia de la madera para el municipio no es algo actual. Muestra de ello es el hecho de que hace tres siglos en el 80% de las parroquias hubiese algún vecino carpintero. Algunos ejercían su profesión en talleres, mientras que otros trabajaban de forma itinerante. Por zonas, la mayor presencia de esta ocupación se registraba en Aguións, Berres, Cereixo, Codeseda, Guimarei, Orazo, Sabucedo o San Andrés de Vea. Así mismo ocurre con la tornería, que aún hoy por hoy emplea a muchos vecinos en los diversos talleres estradenses. Al igual que en la actualidad, Berres destacaba como la parroquia con más personas dedicadas a este trabajo.

Otro de los oficios que describen la Estrada del XVIII es el de las costureras, formado sobre todo por mujeres. El trabajo de estas féminas, existente en más de 40 parroquias, constituía una gran ayuda para la economía familiar. Y si se habla de costura, no puede obviarse tampoco la importancia de los sastres en la época, especialmente en San Xurxo de Vea, Codeseda, Matalobos o Toedo. Muchos eran también los curtidores –encargados de preparar la materia prima que después emplearían zapateros y transportistas de vinos para la confección de recipientes– o los "tecelanes", que elaboraban lienzos a partir de la lana obtenida de las ovejas.

César Gómez relata además la existencia de varios "escribáns" e notarios en el municipio. Estos hombres de letras se centraban principalmente en la realización de traducciones y en dar fe de múltiples hechos. En A Estrada había también muchos repartidores de pescado, especialmente de sardinas, uno de los productos más consumidos en la época por su capacidad de conservación en sal.

Pero además de estas profesiones mayoritarias, el estudio efectuado por César Gómez a partir del Interrogatorio del Catastro de la Ensenada de la década de 1750 habla de la existencia en el concello de otros muchos oficios, de todo tipo. Así por ejemplo, había barberos, que en ocasiones complementaban su profesión con la de cirujano –practicando operaciones menores– por ser de los únicos que poseían navajas con las que realizar incisiones. Se registraron también capadores, aunque pocos por no ser un oficio con gran actividad. Asimismo, en el siglo XVIII A Estrada contaba con carceleros, que se encargaban del control de presos en diversas zonas, tanto en cárceles como en casas privadas. El de herreros y herradores fue otro de los oficios existentes en el municipio, especializándose los segundos en la colocación de herraduras a los animales. "Saliteros" dedicados al transporte de la sal, imprescindible para la conservación de alimentos, y tratantes de varios productos como hierro, lana, lienzos, ganado o vino conformaban también parte imprescindible de los empleos del municipio.

En esta relación de profesiones efectuada por César Gómez, se describe también al concello como un entorno en el que existían otros muchos oficios. Así, posaderos, maestros, "palilleiras", "odreiros", toneleros, zapateros, "zoqueiros", carboneros, carniceros, carteros, cereros, cerrajeros, cesteros y panaderos eran también otras de las ocupaciones con más presencia.

Además de la importancia de "Os oficios na terra da Estrada. Un panorama do século XVIII" para conocer la estructura económica de la época, este estudio da muestra además de muchas anécdotas y detalles curiosos. Un ejemplo, el hecho que ya desde esa época existan profesiones vinculadas de modo preferente a una determinada zona, tal y como era el caso de la tradición panadera relacionada con el entorno de Callobre, Riobó o Lagartóns, puntos, algunos de ellos, en los que todavía hoy destacan negocios centrados en esta actividad.

Unas líneas pues, las escritas por César Gómez, que permiten poder presumir de un municipio, como él mismo apunta, de gran dinamismo.