Hoy por hoy, las más modernas tecnologías conviven con los más antiguos enseres. Ya no es extraño que quien posee, por ejemplo, un ordenador de última generación, apueste por adornar su hogar con piezas de otras épocas. Y es que la recuperación de las antigüedades es ya un valor en alza. Precisamente de eso sabe mucho Manuel Rivadulla, un vecino de la parroquia estradense de Curantes que dedica su tiempo, según confiesa, a dar forma a una de sus mayores aficiones: la restauración de mobiliario y enseres de tiempos pasados. Su casa es todo un museo que concentra décadas y décadas de historia. Así queda patente ya a la entrada de la vivienda, donde un antiguo carro de vacas y una mesa fabricada con raíces de roble y cristal demuestran el gusto de Manuel por intentar recuperar y dar valor a los objetos de antes, a esos que los antepasados empleaban en su día a día.

Hace cosa de unos siete u ocho años, Manuel decidió participar en un curso sobre esta materia que por aquel entonces impulsó la Fundación de Exposicións e Congresos da Estrada. A partir de aquel momento, este peluquero de profesión comenzó a poner en práctica en su casa todo lo aprendido. Poco a poco, su garaje se fue convirtiendo en un taller en el que entran piezas dañadas y salen auténticas obras maestras, en el que la buena mano de este artista a la hora de tallar hace que sus creaciones impresionen a un gran público. Piezas como escudos de diferentes equipos despiertan el interés de los más futboleros y de los no tanto, pues son muy variadas las creaciones de este experto en el arte de la ebanistería, la restauración y la talla, actividad, ésta última, a la que define como su verdadera pasión.

Su gusto por lo antiguo no es, sin embargo, algo reciente. Se remonta ya a las épocas en que Manuel hizo la mili. Por aquel entonces, mientras trabajaba en una peluquería en Pontevedra, un cliente le pidió un yugo de los que antes se empleaban en los carros de vacas para el trabajo en el campo. En aquel instante, no le concedió importancia. Esto cambiaría en el momento en que este vecino de Curantes pudo ver todos los objetos que aquel cliente había recuperado y, tal y como él cuenta, "deime de conta de que eu tamén debía aproveitar" todos los enseres de labranza y otras antigüedades que conservaba en su propia casa. Hoy por hoy su hogar es un templo de la puesta en valor de todas esas cosas a las que, a veces, por el paso del tiempo y el hecho de que no resulten tan prácticas como pueden ser los aparatos más vanguardistas, no se les concede la relevancia que poseen. Precisamente por ello, Manuel guarda de todo. Y repara multitud de piezas.

Relojes, planchas... de todo

En la actualidad posee, por ejemplo, más de 100 relojes de todo tipo: de bolsillo, de pulsera o de pared. El trabajo de restauración de todas estas "maravillas", tal y como las define, es muy minucioso, puesto que es este proceso de reparación se respetan todas y cada una de las características de los objetos, sin modificar en nada su aspecto. Además de relojes, colecciona mucho más: "apeiros de labranza, louzas de todo tipo, pezas de barro, utensilios para o liño…". Y es que aunque reconoce que son difíciles de cuantificar, calcula que su colección supera ya las 500 piezas. Su serie de planchas representa, por ejemplo, la evolución sufrida por este electrodoméstico, desde aquellos pioneros aparatos que funcionaban al contacto con una fuente de calor como el carbón hasta las primeras planchas eléctricas "sen ningún interruptor". Asimismo, los amantes de la radio se quedarían fascinados al observar los diferentes receptores antiguos con que cuenta Manuel. "Algúns xa os tiña e outros estounos aínda restaurando" afirma para después indicar que "son moi antigos" y que algunos necesitan de unas cajas nuevas que sustituyan a las originales que la polilla ha destrozado. Pizarrillos, plumas de escribir, enseres de costura, de ganchillo, mesitas de noche, camas y "outras cousas pequenas" completan esta enorme colección.

"Cos mobles que teño podería amoblar unha casa", señala. Son muchos ya los años dedicados a esta afición a la que Manuel da vida cada día. Este tiempo ha dado para mucho, especialmente para grandes sorpresas. Una de ellas, al recibir "unha báscula romana que eu nunca vira" y que apareció en el derribo de una casa. "Era todo óxido e barro". La restauró y vio que no estaba completa, sin embargo, por no conocer exactamente el utensilio no supo por aquel entonces que era exactamente lo que faltaba. "Tardei 15 anos en saber que pezas faltaban e agora que o acabo de saber empezarei a completala", explica al otro lado del teléfono.

Algunos de los objetos que integran esta colección pertenecían ya a su propietario. Otros los fue consiguiendo poco a poco, y otros se los regalaron personas cercanas que conocían su afición. Ahora, puede presumir de contar con una recopilación que no sólo tiene mérito por la cantidad de piezas, sino por la importancia de estos objetos como testigos de otras épocas. Consciente de su gran valor, señala que a veces las presta a museos o ferias de antigüedades pero que en este momento lo pasa mal por lo que pueda sucederles a estas obras de arte. Por ello, no duda en reconocer que "póñome moi nervioso". Y es que para él, estas piezas no son simples objetos. Son, sus maravillas.