Vecinos de la rúa P de Lalín afirman sentirse “abandonados” por parte de las autoridades municipales. Denuncian la falta de limpieza en la calle, el mal estado del firme y el estacionamiento “caótico” que tienen que sufrir en su día a día. Alegan que pagan impuestos como si estuviesen en una calle con las características de la cercana Avenida de Bos Aires, aunque, a cambio, “non recibimos nada, non lles preocupamos o máis mínimo”.

Los denunciantes aseguran que el estacionamiento de coches sobre las aceras o delante de los vados permanentes es una práctica habitual en la calle P. Sostienen que, a diferencia del resto del casco urbano, la vigilancia aquí es mucho menor, por lo que las infracciones están al orden del día. “Esta vía é a lei do máis rápido, o que chega primeiro aparca, sen importarlle que estea ou non prohibido”, afirma un vecino, que sostiene que esta práctica ya viene de antaño, cuando estaba allí la oficina de atención al público de Correos.

Catastro alto

“Pagamos impostos por unha rúa que non se corresponde coa que temos e, aínda por riba, non nos respecta ninguén”, declara el inquilino de un piso en uno de los cuatro portales que hay en esta pequeña calle, que comunica la rúa F con la Avenida de Bos Aires. Según residentes en la zona, su cotización a través del Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) es igual que la de otras calles más anchas y céntricas del casco urbano. “Pagamos o mesmo ca os veciños da rúa B, temos a mesma valoración catastral –alegan–. A diferencia é que aquí nin limpan, nin arreglan, nin vixían os aparcamentos”.

Condicionada por la construcción de edificios a ambos lados, la calle quedó con sólo seis metros de ancho, aunque inicialmente se había previsto que tuviese el doble. Por eso, se mantiene un sólo carril de circulación, con línea amarilla o vados en la mayor parte de su trazado, aunque esto no es óbice para que los coches aparquen a sus anchas.

Otro motivo de queja de los residentes es la falta de visibilidad en los cruces, sobre todo al incorporarse hacia Bos Aires. Apenas hay medio metro de línea amarilla en la avenida, con lo que los coches aparcados obligan a los conductores a invadir la calzada de Bos Aires para tener visión.