Pasada la medianoche de ayer, la estación de buses de Lalín se convirtió en la “zona cero” del sector lácteo gallego. Centenares de ganaderos se agolpan a sus puertas tras una dura jornada de trabajo, pero el mal momento del sector exige un sacrificio. Apurando el café de última hora en una fría noche, llega el momento más caótico. El reparto de los manifestantes en los autobuses, que en esta ocasión se complica por la presencia de gente no anotada. Se les recibe con buen humor y agrado, ya que cada voz es necesaria.

Pepe Iglesias, que recuerda que hace año varios tuvieron que ir en taxi al quedarse sin sitio y pagaron 60.000 pesetas. cifra el esfuerzo de cooperativas y concellos: 1.200 euros por bus, a los que hay que añadir el IVA.

Los primeros convoyes parten a las 1.00 horas de ayer. Por delante, una noche en vela que no impide que floten los sueños. La gente comienza con muy buen humor, bromas, cervezas y hasta búsqueda de parejas. Un joven ojea una revista de coches mientras los más veteranos lamentan el viaje por reiterado, “estamos en crise dende o 89”, y por el tute que supone: “De ir a Madrid estou moi cheo”.

Son las 2.20 horas. El italiano Nek suena en la radio mientras cae el silencio y se suceden las luces de los clubes de carretera. Media hora más tarde se produce la primera parada, esperada, en el café Suizo de A Gudiña. La comitiva se encuentra con el Teucro, que regresa de jugar en Alcobendas y se topa la sorpresa. Entre sus jugadores, el lalinense Borja. A las 3.30 se reanuda la marcha y “Ocean Twelve” aparece en el televisor. La gente se va callando hasta el cambio de conductor a las 5.00 en Benavente. Pequeño bullicio y, con el fin del filme, el cansancio penetra en el bus y el mutismo es casi absoluto. Casi son las 7.00 y el peaje de Adanero acompañado del amanecer despiertan a la mayoría. El desayuno se retarda y la entrada en Madrid, por las colas de un accidente, no llega hasta las 10.000. Nueve horas de largo trayecto para una protesta.