Vino a Lalín para celebrar las bodas de oro de su hermana Luisa con Manuel y, al mismo tiempo, los 50 años que le separaban del abrazo de despedida que dio a su familia. José Rodríguez Castro nació en la parroquia lalinense de Anzo en 1928 y ha vuelto a ella durante un mes como un regalo de aniversario para su hermana pero también para sí mismo.

- Sus sobrinos costearon su billete y el de su mujer para poder estas en las bodas de oro de su hermana. ¿Para cuál de los dos ha sido mayor la sorpresa?

- No sabría decirlo, porque desde luego que Luisa no se esperaba mi presencia en un día tan importante para ella. Lleva medio siglo compartiendo su vida con Manuel y otro tanto tiempo conmigo en la distancia. Para mí, sin duda, ha sido un viaje muy gratificante que no dudaré en repetir si el tiempo y la economía lo permiten.

- ¿Por qué eligió Buenos Aires como destino de emigración?

- Mi entonces mujer, Marcelina, ya residía allí. Ella también era lalinense, de la parroquia de San Jorge de Cristimil, y la única familia gallega que tuve allí. Así que me marché con 30 años y muchas esperanzas. Por entonces la capital argentina era una ciudad en auge, con muchas posibilidades. Mi primer y único trabajo en Buenos Aires fue en el servicio de mantenimiento de la Facultad de Medicina, donde trabajé durante 20 años hasta que llegué la hora de jubilarme. Entre tanto, mi primera esposa falleció y contraje segundas nupcias con María del Carmen, una argentina que, curiosamente, no tiene raíces gallegas, y disfruto de la compañía de mis cuatro hijos.

- Entonces, su esposa será quizá la más sorprendida con el contraste entre Buenos Aires y Lalín.

- Sí, ella nota un gran cambio en el tipo de construcciones que tienen aquí, tanto en la estructura de las viviendas pero también en el material. Y, como no podía ser menos, también está descubriendo los secretos de la cocina gallega y española, tan diferentes de los platos típicos que tenemos al otro lado del océano.

- Y a usted, ¿qué es lo que más le ha llamado la atención, medio siglo después de aquel adiós a su tierra?

-Sobre todo, lo avanzado que está Lalín no sólo en el casco urbano sino también en las aldeas. Si el centro ha crecido muchísimo desde la última vez que lo recuerdo, en las aldeas también se han logrado un sinfín de mejoras y comodidades en la calidad de vida. Pero no sólo en Lalín, sino también en O Cebreiro, donde tengo vínculos familiares. Sin embargo, hay una cuestión que me ha entristecido sobremanera, y es el enorme abandono del campo. Recuerdo que en mis tiempos la agricultura y la ganadería eran el principal medio de sustento de la familia, y era muy difícil contemplar fincas incultas. Ahora, aunque por lo que me han contado aquí en Lalín ambas actividades siguen teniendo un peso importante, han perdido trabajadores y su forma de gestión ha cambiado mucho, de forma que el territorio ya no parece ser imprescindible para la ganadería. Pero sí, para mí ha sido un gran impacto ver tantas y tantas fincas cubiertas de maleza.

- Y no sólo habrá visto cambios en el paisaje urbano y natural, sino también en su propia familia...

- Sin duda, y es que 50 años dejan huella, y para explicarlo basta con este apunte. En la actualidad, tengo 24 sobrinos, cuando me marché a Buenos Aires ya conocía a algunos de ellos, pero a la gran mayoría los recuerdo de muy jovencitos y a otros es la primera vez que los tengo frente a frente.

- ¿Piensa regresar a Lalín o su vida está en Buenos Aires?

- Bueno, tanto mi esposa como yo tenemos muy claro que queremos volver en cuanto podamos, pero gran parte de mi vida ha transcurrido en Argentina, y allí es donde he criado a mi descendencia.