Los lalinenses se despertaron ayer con la noticia del fallecimiento del ex presidente argentino Raúl Alfonsín, al que algunos siguen vinculando sus orígenes a esta comarca. Aunque el dirigente del Partido Radical nació en Chascomús y su familia era oriunda del municipio pontevedrés de Ribadumia los vecinos aún no han olvidado su visita a la capital dezana a mediados de junio de 1984 con más de 15.000 personas abarrotando las calles para recibir al dirigente que encontró en el Centro Lalín de Buenos Aires el lugar para celebrar reuniones clandestinas de su partido durante la dictadura.

El recibimiento a Alfonsín sólo fue comparable al tributado casi sesenta años antes al aviador Loriga en el monte do Toxo. Buena parte de la población recuerda los comercios cerrados, la suspensión de las clases en los colegios y millares de gargantas gritando “Lalín-Alfonsín” en las inmediaciones de la Praza do Concello en la que una enorme alfombra de flores cubría casi toda la calle. “Pero vamos a tener que pisar esto”, dijo entonces el dirigente, impresionado por la composición floral que el entonces alcalde, Xosé Cuiña, había encargado a técnicos ponteareanos, expertos en este tipo de composiciones. Desde niños de corta edad hasta los ancianos ondeaban en esa calurosa jornada pequeñas banderas de España y Argentina que se habían repartido, esperando por la llegada de Alfonsín, recibido por Cuiña en el campo de fútbol, a donde llegó en helicóptero acompañado, entre otros, por su esposa, María Lorenza Barreneche.

Cuiña en Argentina

Pero la visita se había concretado años antes en Buenos Aires donde un joven Cuiña Crespo conoció al ex presidente de la República Argentina (1983-1989) a través de dirigentes del Centro Lalín. En el país austral, se comprometió a visitar la capital dezana si llegaba a la Casa Rosada y cumplió. Alfonsín y Cuiña accedieron al casco urbano en un Mercedes Benz saludando a los millares de visitantes bajo un amplio dispositivo de seguridad, mientras la corporación municipal y otras autoridades provinciales, autonómicas y estatales los aguardaba en el consistorio para el inicio de los actos oficiales. Allí, el alcalde desoyó las recomendaciones protocolarias y ordenó a la banda de música que interpretase los himnos: gallego, argentino y español, pese a ser advertido por el Ministerio de Exteriores de la inconveniencia de que sonasen las marchas por no ser un acto oficial de Estado.

El rechazo que tuvo por parte de la población argentina durante su mandato se transformó en Galicia en calor humano, algo que Alfonsín nunca olvidó y quiso volver en el año 2003 a Lalín con motivo de una visita a Pontevedra y Ribadumia acompañado de uno sus hijos y un nieto.

Defensor de las libertades, el abogado nacido en Chascomús, localidad con la que Lalín está hermanada desde hace más de veinticinco años, tuvo una carrera política complicada, aunque quizá no más que otros dirigentes como De la Rúa, también del Partido Radical y también con raíces gallegas. Además de la convulsa situación económica del país, tuvo que soportar las revueltas militares golpistas de la Semana Santa de 1986 que encontraron la respuesta de la calle en defensa de la democracia. Con su ya histórica frase: “La casa está en orden. Felices Pascuas” cerró el conflicto y también su carrera política, que se habían encargado de promover los poderes económicos contrarios a las propuestas reformistas del Hijo Adoptivo de Lalín.

Último regreso

Alfonsín regresó al Deza el 31 de noviembre de 2003, invitado por el actual alcalde, Xosé Crespo, con motivo de su visita a Ribadumia y a la capital provincial. Ya con menos energía y acompañado de uno de sus hijos y un nieto fue recibido en el consistorio, aplaudido por numerosos de sus paisanos que emprendieron el camino contrario al de millares de gallegos décadas atrás. “Argentina no es un país rico, es potencialmente rico”, dijo al ser interrogado sobre la grave situación de la nación que fue una de las grandes potencias mundiales, aunque muchos años antes.

El ex presidente presumió entonces una vez más de gallego y elogió la inteligencia de sus paisanos a los que calificó como “zorros” y se animó a contar algún chiste para confirmar este calificativo. Las colas de más de 200 metros para visitar su capilla ardiente podrían reproducirse hoy de nuevo en su entierro en el cementerio del barrio porteño de Recoleta, en donde será despedido con honores propios de su cargo.