Silvia Pampín / A ESTRADA

Dolor y agradecimiento se agolpan en la mente y el corazón de Rosalía González Génova. A sus 77 años, no puede ni quiere olvidar que los cadáveres fusilados de su padre y de otros 5 republicanos aparecieron el 9 de octubre de 1936 en A Ponte do Regueiro -a la salida de A Estrada en dirección a Pontevedra- y están enterrados bajo un camino del cementerio de Figueroa, gracias al párroco Nicolás Mato Varela. Éste, que siempre intentó que no hubiese "paseíllos" y fusilamientos, también se preocupó de dar cristiana sepultura a los represaliados. Así lo relata el historiador local y miembro de la Comisión pola Memoria Histórica de Deza- Tabeirós-Montes Siñor Afranio, Xan Carlos Garrido, que ayer visitó con Rosalía el juzgado y el camposanto. Con Antonio Caeiro, director de documentales sobre la memoria histórica, buscaban acreditar el enterramiento de los seis fusilados, no registrado por la Iglesia. Tres procedían de la cárcel de Lalín (2 lalinenses y 1 de Rodeiro) y 3 vecinos de O Salnés de la cárcel de Caldas.

Uno de ellos es el padre de Rosalía, tapicero nacido en Marcón (Pontevedra) y residente durante años en Santiago que se trasladó a Vilagarcía para tapizar el Teatro Cervantes y llegó a ser el número 1 de los comunistas. Al estallar la Guerra Civil, se escapó al monte pero el hambre le hizo pedir un trozo de pan a un niño en Lantaño. Fue detenido. En un mes el pelo se le volvió blanco. Fue fusilado y sus hijos, entregados a falangistas hasta que su mujer salió de la cárcel año y medio después y pudo comprobar, desenterrándolo, que le habían disparado por la espalda. La familia se fue a Cataluña. Ayer, Rosalía habló con estradenses que vieron el cadáver de su padre. Les da las gracias como también a quienes colocaron flores donde yace su padre y al párroco por permitir colocar una placa que dé memoria y dignidad a estos seis fusilados.