Ana Cela / A ESTRADA

Lo llevo fatal". Fátima Fernández se muestra así de sincera cuando le preguntan cómo vive los momentos en que su hijo Santiago Obelleiro se adentra en el curro del Campo do Medio. "El no me entiende cuando digo que no quiero que llegue la rapa", dice. Al contemplar sus gestos, sus emociones y su miedo palpable cuando ve a su "niño" saltar sobre el lomo de un caballo salvaje para conseguir doblegarlo y que sus compañeros de faena le corten las crines, uno experimenta la sensación de estar observando a la madre de un torero. Santi no llevaba ayer el traje de luces, pero su camiseta amarilla con su nombre y el número 9 a la espalda lo hacían fácilmente reconocible entre los más de 200 caballos congregados sobre la arena. No necesitó traje de gala para que su valentía y su arrojo brillasen con luz propia.

Santiago Obelleiro, a punto de cumplir la mayoría de edad, sufrió un fuerte golpe en el primer curro de la temporada. Sin embargo, tras suscitar el silencio y la preocupación del graderío y recibir atención médica, tan pronto como se sintió recuperado del susto no dudó en pedir a su madre autorización para volver a aloitar. Colocada en una posición que le permitía contemplar de cerca todo el foso, Fátima Fernández comentó ayer cómo desde hace meses sus hijo venía cantando en casa la cuenta atrás para la "rapa". Reconoce que después del golpe del sábado, y tras sufrir su hijo otro percance en la subida al monte de 2007, le pidió que no saltase al ruedo. Sin embargo, la pasión por esta tradición que corre por las venas de Santi es demasiado grande y el amor de madre termina por comprenderlo. Este joven valiente de Sabucedo mostró ayer su arte en una plaza llena hasta la bandera.

Con sólo 16 años

"Fue uno de los más jóvenes en aloitar a los caballos grandes", señala Fátima. Comenta que, tras participar en la retirada de los potros, cuando tenía tan sólo 16 años su hijo comenzó a atreverse con las yeguas y garañones. Su madre afirma que hay quien dice que tiene el mismo "estilo y agarre" que su tío, un reconocido aloitador. A pesar de que reconoce el arte de su hijo, Fátima Fernández no duda en pedir al cielo una "ayudita" y coloca una vela en honor a San Judas Tadeo cuando Santi parte al monte en busca de las yeguas y otra cuando traspasa las puertas del curro.

Como tantas otras, esta madre de Sabucedo sigue con temor los movimientos de su hijo entre los caballos salvajes. Lanza desde el graderío consejos de seguridad -"¡cuidado con e muro!"- y se cubre la boca con las manos, quizás acallando gritos de temor. Sin embargo, rematada la faena, aplaude y vitorea al maestro como la que más.