Ana Cela / A ESTRADA

Sus ruinas son ahora testigo mudo del paso del tiempo. Asisten desde hace años a un constante ir y venir de promesas de reparación, de garantías de devolución de una utilidad y atractivo aniquilados. El reclamo turístico que antaño constituía la pasarela colgante del coto salmonero de Ximonde, a la altura de la parroquia estradense de Paradela, se fue río abajo hace ya ocho años, arrancada con furia por las crecidas aguas del Ulla, sobrealimentadas en un crudo invierno por cuantiosas precipitaciones. Tras la desaparición de esta estructura en el año 2000, Paradela y todos aquéllos que gustaban de desafiar al vértigo caminando sobre las aguas entre el municipio estradense y San Miguel de Sarandón -ya en la provincia de A Coruña- continúan esperando que se cumplan los compromisos tantas veces enunciados.

"Prohibido o paso. Risco de accidente". Estas palabras custodian la entrada al último vestigio que queda de este puente colgante: unas escaleras que ya no conducen a ninguna parte. Frente a ellas se extiende el vacío, el recuerdo de lo que fue un paseo elevado sobre el Ulla que, impasible, continúa con su cantinela y su vivaz fluir.

En una reciente visita al municipio del delegado de Medio Ambiente para reunirse con miembros de la Sociedade Deportiva Río Ulla, el colectivo trasladó su solicitud de que se acondicionen los cotos salmoneros del municipio, haciendo también hincapié en la reconstrucción del puente colgante de Sinde, en Santeles y del pasadizo sobre el curso del Liñares, cerca de Pina. La intención de este departamento autonómico de estudiar estas peticiones deja abierta la puerta a la esperanza para la pasarela de Ximonde. Después de que se acumulasen peticiones vecinales para su reparación, desde la consellería de Medio Ambiente se había apuntado en septiembre de 2006 que la Xunta se encontraba revisando un proyecto para poder afrontar esta rehabilitación. Más de un año después, los pocos restos que quedan en pie de esta estructura siguen haciendo eco, desde ambas riberas del Ulla, al recuerdo de este atractivo turístico, que se acompaña de un merendero muchas veces asediado por la maleza. En este proyecto, Paradela tiene su propio Escorial.