Existen lecciones de vida que solo pueden dar aquellos que ya cuentan a sus espaldas con una mochila llena de años, aprendizajes y experiencias. Esto es algo que se han aplicado con muy buen criterio en Valga desde hace muchos años utilizando la siembra del trigo como muestra de sabiduría de los mayores a los jóvenes.
La ceremonia conocida como la sementeira volvió a reunir en la mañana de ayer a distintas generaciones de valgueses. En el lugar de Ferreirós, en la parroquia de Cordeiro, ningún mayor rehuyó del trabajo que se esconde detrás de una actividad de lo más enriquecedora para los más pequeños.
La buena organización contó como aliada con la implicación de todos. Los mayores, ataviados con distintivos amarillos como pañuelos y mandiles, se repartían los aperos de labranza y planificaban en distendida charla el trabajo de siembra. Nada quedaba al azar en una mañana en la que los más pequeños observaban las labores mientras atendían las explicaciones de sus profesores en una mañana en la que disfrutaron de un aula tan especial como la enseñanza adquirida.
Esta actividad de recuperación de las tradiciones agrarias y de conservación del patrimonio cultural local se enmarca dentro del X Encuentro Intergeneracional. La sementeira se ha convertido en el primer paso de un proceso que continuará en los próximos meses con los trabajos de siega y malla, para terminar con la fiesta del trigo. Todo ello englobado con el firme propósito de promover la convivencia entre vecinos a través de los recuerdos y de la experiencia de los mayores. No se puede pasar por alto el empeño puesto en esta materia por colectivos como A Eira, Axentiva, Asdivalu o la Asociación de Mujeres Rurales Albor.
De todo ello pudieron disfrutar ayer más de un centenar de alumnos de los distintos centros educativos. Una cita con el pasado que reunió a 60 estudiantes de las escuelas unitarias, 44 de 5º curso de Primaria del CEIP Baño-Xanza, 20 de 1º de Primaria del CEP Xesús Ferro Couselo y también a los usuarios del CODI.
Los más jóvenes participaron primero en unos talleres formativos sobre el trigo que no pasaron por alto su componente lúdico. Y tras las nociones adquiridas, ayudaron a los mayores a sembrar este cereal siguiendo las indicaciones de la experiencia. Con la misma técnica, sabiduría y esfuerzo de antaño, la de aquellos tiempos en los que la maquinaria todavía no había llegado al sector agrario y la cooperación entre los vecinos ayudaba a realizar las tareas de la tierra en las propiedades de unos y otros.
En aquellos tiempos, la sementeira se realizaba por los meses de octubre o noviembre. Con un arado de palo se surcaba la tierra que luego se tapaba con unos grandes rastrillos de madera conocidos como angazos. Además de trigo también se sembraban otros cereales como centeno o avena y se hacía en grandes terrenos puesto que el producto, destinado a la alimentación de las familias, tenía que durar todo el año.
Pero como no solo de trabajo se alimentan las tradiciones, la jornada terminó con una merienda tradicional de esas que también sobreviven al paso de los años. Productos típicos como chorizos, queso, sardinas o empanadas, todo bien regado como se merece, fueron la recompensa para los maestros de una tradición que ya es un poco más presente para los escolares.
