- ¿No se ha intentado nunca casar hoy el serpentón con una formación al uso, como es una orquesta o una banda?

-No, si acaso algo en Francia cuando algunas formaciones interpretan obras antiguas con instrumentos de época, entonces sí aparece el serpentón, pero son casos muy contados. Hoy solo tiene cabida en algún grupo de música antigua o como solista, no más.

- ¿Y cómo se inicia en usted su idilio con serpentón?

-Fue hace dos años con uno de mis profesores en Francia. Yo, en música antigua, hice el viaje un tanto al revés: tras mis estudios de bombardino, me inicié con el ophicleide, y luego llegué al serpentón. Para ello contacté con Michel Godard, músico francés que es el auténtico pionero de este instrumento y que ya en 1979 empezó a realizar conciertos con este instrumento. De mi relación con Godard surgió mi interés por el serpentón y me hice con uno que me construyó un luthier que vive en un pueblo bastante perdido de las montañas suizas y que se llama Stephan Berger. Es un hombre que no tenía nada que ver con la música, pero que era un auténtico experto con la piel, y fruto de su contacto con Michel Godard se especializó en fabricarlos.

- Este instrumento, por tanto, no se puede encontrar en tienda alguna de música al uso.

-Imposible. Solo lo puede fabricar un luthier por encargo, tan solo existen dos que lo fabriquen en toda Europa: uno este Stephan Berger, y otro es un belga. Los dos son los únicos que los construyen al modo que se hacía en el siglo XVI. Existe un tercero en España, pero en su caso no recubre el tubo de piel, y esa es una de las partes más delicadas para que el instrumento quede bien.