Irlanda está muy presente en Catoira. Incluso los eventos propios del carnaval sirven para fortalecer el vínculo que une al concello con el país del noroeste europeo. Así se encargó de demostrarlo el colegio Progreso en el desfile realizado en la mañana de ayer en el pabellón municipal.

Allí estuvieron los alumnos caracterizados para la ocasión con símbolos de la tradición irlandesa más arraigada. Los disfraces de vikingos se entremezclaron con otros como los de obispos o de leprechaun, un tipo de duende característico de la mitología de la isla y que suele asociarse a seres humanos de avanzada edad y que disfrutan con las travesuras.

La presencia de los padres de los alumnos, unido a la música y a la especial atmósfera que se escenificó, hizo de la mañana una sesión formativa diferente, pero igualmente enriquecedora. Los cuidados atuendos sirvieron también para reflejar la implicación de profesores, alumnos y familiares en un evento que cumplió con dos funciones de manera simultánea y con notable acierto.

La primera y más evidente, con la de no faltar a la cita con el carnaval. Y por otro lado, con participar en el proyecto cultural de intercambio que el colegio Progreso mantiene desde el pasado mes de octubre con el centro irlandés La Salle de la localidad de Dundalk.

"La construcción de la paz en Europa desde los vikingos al acuerdo del Viernes Santo" es el nombre de una iniciativa que conseguirá a lo largo de los próximos tres años escolares de una y otra localidad participen en diversos intercambios formativos para el conocimiento de ambas culturas.

La tradición celta y la cultura atlántica son dos elementos integradores de un proyecto que, gracias a la financiación de las becas Erasmus+ de la Unión Europea, permitirá intercambios anuales de unos quince alumnos entre Dundalk y Catoira.

Precisamente en esa labor de divulgación y acercamiento de las costumbres del país gaélico jugó un papel de lo más apropiado un desfile de carnaval que se convirtió en toda una alegoría al mundo celta y a sus tradiciones.

Incluso no se descarta que la hermandad creada entre ambas poblaciones perdure en el tiempo más allá de los tres años del proyecto académico. Al menos los leprechaun ya no son personajes extraños entre los escolares catoirenses.