Los investigadores resaltan igualmente la obsesión que los miembros de la presunta trama tenían por la seguridad, hasta el extremo de que utilizaban teléfonos móviles encriptados y viajaban constantemente por España "para entrevistarse personalmente con el principal detenido y seguir sus órdenes de manera directa". De ese modo creían reducir los riesgos de ser detenidos.

En cuanto a la ejecución del supuesto blanqueo, lo hacían por diversas vías, como la compra venta ficticia de inmuebles o de vehículos a través de dos concesionarios, situados en Algeciras y Marbella. También se enviaba dinero desde locutorios y a través de "mulas", y se les concedía créditos a familiares.