El cambadés Carlos Oubiña es uno de esos rara avis que de vez en cuando demuestran que el arte es mucho mas que el sota, caballo y rey que en cada época dicta el mercado. Y lo es porque Oubiña se situó siempre deliberadamente al margen del mercado. De hecho, los cuadros que ha vendido a lo largo de su vida casi podrían contarse con los dedos de las manos, no porque les faltasen pretendientes, sino porque no los quiso vender.

"Mi obra no es convencional, es muy particular. Nunca quise hacer cosas agradables pensando en venderlas o para decorar una habitación. Al pintar quería expresar mis maneras más íntimas de pensar", explica. Así, lleva hasta el último extremo el dicho de que hay artistas que crean para sí mismos, para poner orden en sus pensamientos y obsesiones, sin la dictadura que supone tener que hacer algo que le guste a los demás.

Carlos Oubiña tampoco tuvo una vida artística al uso. De joven sí frecuentó la bohemia cambadesa y participó en el Fato Ounirista Galego (FOGA), un grupo de vanguardia de los años 70 del siglo pasado en el que también participaron Francisco Leiro, Lino Silva, Manolo Paz o Marcelino de Santiago, el director y alma de los "monicreques de Kukas". También pasó cuatro años en Londres desde 1969, en una de las épocas de mayor efervescencia cultural en Europa durante el siglo pasado. Y allí también se prodigó en el arte.

Pero con los años llegaron las responsabilidades: la familia, su trabajo en el Casino de A Toxa, y le cambió la vida. "Cuando uno tiene una familia, lo primero que tiene que hacer es preocuparse de sostenerla y cumplir con sus obligaciones. No puede andar por ahí de bohemia".

Pero que se apartase de la primera línea no significa que dejase de pintar. Ni siquiera dejó de exponer. Su obra ha estado colgada docenas de veces desde entonces, en el Gran Hotel de A Toxa, en el Casino, en Pontevedra, en Cambados... Pero lo que nunca cambió fue su negativa a vender su obra. Solo bajó la guardia en unas pocas ocasiones, y por compromiso. Pero no se ha arrepentido del camino seguido. Ni siquiera cree que hubiese podido vivir del arte, como sí lograron algunos de sus compañeros del FOGA. "Como en todas las artes, cuando alguien hace algo muy personal, cuando no se adapta a lo que está pidiendo el mercado es muy difícil vivir de eso. Y yo no podría pintar lo que pide el mercado, eso no me satisfaría".

Carlos Oubiña expone ahora hasta el 1 de abril en Exposalnés (Cambados). Pero, eso sí, los cuadros no están a la venta.