Dicen que la personalidad se hereda, pero a David Pérez Lago no le hizo falta. El matrimonio de su madre Esther Lago con el magnate arousano del hachís Laureano Oubiña fue suficiente para que Pérez Lago se decantase "profesionalmente" con tan solo 21 años por el tráfico de estupefacientes. El Regina Maris fue su barco de partida, en 1999. Quince toneladas de hachís valorados en aquel momento en 45.000 millones de pesetas.

Laureano Oubiña Piñeiro, su mujer y su hijastro establecieron un entramado perfectamente organizado y dedicado a introducir sustancias estupefacientes en España, explicaba el Tribunal Supremo en la sentencia que los condenó. Oubiña Piñeiro era quien determinaba el modo de actuación, además de soportar el coste derivado de los gastos de esta actividad. El mismo fallo, que lo condenó a 6 años de cárcel, también consideró probado que al morir Esther Lago su hijo asumió un mayor protagonismo en la organización, pues se encargó de ejecutar las órdenes de Laureano Oubiña, a quien daba cuenta de todas las actuaciones.

El paso de los años le valió al hijo de Lago para darse cuenta de que el negocio de la cocaína era mucho mejor que el del hachís. Por eso decidió volar solo pese a las advertencias de la peligrosidad del polvo blanco. Y así fue.

A los pocos meses de conocerse la condena por el Regina Maris, Pérez Lago fue arrestado tras un incidente con la planeadora con la que trataba de introducir dos toneladas de cocaína. El operativo se precipitó en Corme al hundirse la embarcación. Pérez Lago confesó par a llegar a un acuerdo e involucró a una exnovia y abogada, que se fugó. Fueron condenados a penas de 9 y 7 años de prisión.

El blanqueo de capitales también fue otra de sus "espadas de Damocles". El Plan Nacional Antidroga le "dejó" sin el espectacular chalé que estaba construyendo en Aguete (Marín), valorado en 400.000 euros, y otro en Las Rozas (Madrid) de casi un millón de euros, entre otros inmuebles decomisados.