El sector bateeiro gallego disfrutó en 2017 de uno de los mejores años de su historia en cuanto a ventas de producto, al menos por volumen descargado, ya que lo de los precios e ingresos totales obtenidos es otra historia. Esto se debe tanto a la creciente demanda de "oro negro" de batea -a nivel nacional e internacional-, como a la escasa incidencia de los episodios tóxicos.

Puede decirse, con permiso de los productores instalados en la ría de Pontevedra, que son cada año los más afectados, que el ejercicio 2017 fue positivo desde el punto de vista de la escasez de fitoplancton portador de biotoxinas.

La escasez de eso que popularmente se conoce como "mareas rojas" queda patente en el informe elaborado a este respecto por el Instituto Tecnológico para el Control del Medio Marino (Intecmar), asentado en Vilaxoán (Vilagarcía).

El mismo departamento, por cierto, que confirma que en la actualidad la ausencia de biotoxinas marinas es generalizada.

En buena lógica esto permite extraer producto en todas las bateas gallegas, aunque bien es cierto que la actual no es una época especialmente propicia para la acuicultura.

Arousa

Pero volviendo a lo que dio de sí el pasado ejercicio, hay que destacar que Arousa, la ría más productiva y con más bateas, fue también la más beneficiada por la escasez de episodios tóxicos.

Apenas se interrumpió la actividad extractiva en los polígonos Grove C1, Grove C2, Grove C3 y Grove C4 durante casi todo el mes de mayo, unos días de abril, la recta final de octubre y parte de noviembre.

En los demás polígonos se registró una casi sorprendente ausencia de "marea roja", a excepción de los cierres puntuales en el Cambados C, que se limitaron a unos días de febrero, de mayo, de octubre y de noviembre.

Pontevedra

Y si Arousa disfrutó de un buen año, centrando los cierres en esos cinco polígonos -hay que tener en cuenta esta ría tiene 22-, en el lado contrario de la balanza se sitúa la de Pontevedra, donde fueron más los días de inoperatividad que los de actividad.

En este caso es más práctico referirse a las jornadas "de limpieza", pues únicamente los meses de julio y diciembre se libraron de las biotoxinas.

En todos los demás se registraron aperturas y cierres, con los episodios tóxicos más prolongados -e ininterrumpidos- entre mediados de marzo y mediados de julio y desde la segunda quincena de agosto hasta finales de noviembre, resultando especialmente grave la situación en los polígonos Bueu B, Bueu A2 y Bueu A1.

Vigo

La ría viguesa, por contra, disfrutó en 2017 de una campaña relativamente cómoda. Los cierres afectaron casi en exclusiva a los polígonos de Cangas -los F, G, H, C y D-, especialmente entre mediados de febrero y mediados de marzo, desde la segunda mitad de abril hasta la primera de junio y tanto en septiembre como en octubre y noviembre.

Los polígonos de Redondela -los C, D y E-, por su parte, limitaron sus cierres a apenas un mes repartido entre octubre y noviembre.

Quizás puedan parecer demasiados días sin trabajar mejillón, pero en realidad no son tantos, sobre todo si se compara lo sucedido con los años de mayor incidencia de las biotoxinas.

Muros - Noia y Sada

En cuanto a la más alta de las Rías Baixas, la de Muros-Noia, se registraron cierres en sus cuatro polígonos desde mediados de abril hasta principios de julio, y de nuevo desde finales de agosto hasta que se cerró el año, en el caso del Muros B de manera ininterrumpida, en el Muros C por espacio de aproximadamente tres meses y en los Muros A y Noia A únicamente en octubre y noviembre.

Por último, en la ría de Ares-Betanzos las bateas permanecieron inoperativas en los dos polígonos de Sada prácticamente todo mayo y todo junio, como también en septiembre y durante unos días de octubre.