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Salvar las limitaciones

El 13% de las personas sufre algún grado de disfuncionalidad, según la OMS

David Valentín Torres, en su casa de Vilagarcía. // FdV

Según los últimos informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las personas con alguna forma de discapacidad superan los mil millones. Esto equivale al 13,16% de toda la población, siendo más de 200 millones de personas las que experimentan considerables dificultades de funcionalidad.

En España, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) contabilizó, en una encuesta de discapacidad de 2008, a 3,8 millones de residentes españoles en esta situación, lo que supone un 9% de la población nacional. El INE actualizará estos datos y arrojará nuevas cifras, que apuntan a ser crecientes, cuyos resultados se conocerán a lo largo del presente ejercicio de 2018. La comunidad gallega, con un censo de 2,8 millones de habitantes, recientes estadísticas la sitúan con un promedio del 27%, es decir, 1/3 personas padece de alguna discapacidad.

Dichas cantidades, que pueden tomarse desapercibidas y de las que el INE está elaborando nuevos datos para 2018, son una realidad abrumadora mientras que, nuestra convulsa sociedad, las desestima o muestra un insignificante interés hacia este desvalido sector de la población.

Las organizaciones, ciertos colectivos activistas y fundaciones entregadas al propósito de brindar el apoyo sanitario, educativo y social, cumplen denodadamente con los requerimientos de las personas con discapacidad o, mejor denominadas, "con capacidades diferentes".

La Fundación Aldaba, con diversas delegaciones en el territorio nacional, al igual que en Pontevedra, Galicia, desde 1999 se ha volcado a prestar el mayor apoyo posible en este sentido.

Sin embargo, enfatizando la labor crucial de dicha fundación, asimismo como la de otras instituciones con objetivos comunes, merecemos hacer hincapié para que novedosos proyectos y campañas se dirijan a crear conciencia sobre ello en todo el territorio nacional.

Se tiende a pensar que una persona con discapacidad (o con minusvalía) es solo la que sufre alguna patología de tipo física o motora, "desatendiéndonos" de nuestra sensibilidad para con las personas que, no necesariamente, lo reflejan de manera tangible en sus cuerpos. Así ocurre con aquellas diagnosticadas con una patología de tipo intelectual y psíquica (mental) pudiendo ser, éstas, las más vulnerables e incomprendidas por la sociedad durante el transcurso de sus vidas. "Accidentadas por dentro" y, normalmente, invisibles a los ojos de una conciencia receptiva y humanamente compasiva.

Atención oportuna

No hay duda de que cada persona, en una situación tal, requiere de las atenciones oportunas (sea cual sea su padecimiento) y a condición de lo establecido por los Derechos Humanos. Ahora bien, ¿qué estamos haciendo nosotros para que seamos conscientes de esta realidad? No amerita mantener un prejuicio de superioridad e indiferencia porque nadie es más o es menos que nadie, únicamente consiste en potenciar, si cabe, la empatía y la comprensión hacia estas "personas con capacidades diferentes" que están entre nosotros y forman parte de la sociedad actual.

Puede ser alguien de nuestra familia y entorno, alguien a quien conozcamos o que, a primera instancia, pase desapercibido. Puede tratarse de alguien que experimenta, con sus limitaciones a causa de su salud, el aislamiento, la incomprensión y la absoluta soledad, conservando el anhelo de recibir un mínimo de atención, una dosis de afecto, de ayuda, de escucha, una sencilla y merecida cuota de humanidad.

A veces el sufrimiento de estas personas se "triplica" debido a su enfermedad y se ve, incluso, magnificado por los diferentes factores de la insensibilidad social que, someramente, he puntualizado.

Sí, estamos abordando un tema acerca de mi trato, el tuyo y el de todos, que merece ser reconocido a los más vulnerables y con claros visos de indefensión ante una población un tanto indolente.

¿Cómo es posible que en varios países, llamados subdesarrollados, las Leyes, los Derechos y Deberes, a este sector de personas con discapacidades, sean una de las prioridades a ser respetadas, uno de los compromisos a tener en cuenta y a ser cuidadosamente protegidos? No se puede concebir que en un país como el nuestro, tan rico en cultura y educación, se descuide y exista la indiferencia al, a veces, "abuso", "marginación" o a la "ausencia de comprensión y sensibilidad" de quien padece una discapacidad que se puede ver agravada por aquellos que, con alevosía o inconsciencia, desestiman, básicamente, estos derechos fundamentales. Sírvanos de crítica reflexiva.

Se requieren, diría que con urgencia, manos que ayuden, mentes sensibles y consciencias condolientes. Que se regulen y se protejan, desde los estratos políticos y gubernamentales, los Derechos a que estas personas sean reconocidas como mayormente desprotegidas, dependientes e indefensas en el acontecer de sus vidas, también fuera de sus hogares y a merced de lo que les pueda suceder en su ámbito cotidiano.

El trabajo de servicios sociales, terapeutas, organizaciones o fundaciones, como lo es Aldaba, no alcanza a suplir tantas necesidades ni coordinaciones de campañas para educar, en conciencia, sobre esta real evidencia o para reivindicar en Derechos el mejoramiento y la calidad de vida de "nuestros ciudadanos más vulnerables".

Es nuestra responsabilidad y muy justa la acción de poner manos a la obra para que ello se cumpla favorablemente, no como una utopía, sino como una realidad acorde a lo que estamos viviendo. Obremos, entonces, para el cumplimiento de este digno y adecuado propósito.

* Graduado social y vecino de Vilagarcía de Arousa.

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