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Carlos Deaño Couso: "Ya han pasado 38 años desde que me fui y sigo echando de menos muchas cosas"

El emigrante vilagarciano es toda una referencia de la peluquería en el país teutón

Carlos ha ganado varias distinciones de calidad estilística a lo largo de su carrera. // FDV

En busca de un plan de vida, Carlos Deaño abandonó Vilagarcía hace casi cuatro décadas. Venezuela, Inglaterra o Alemania fueron sus destinos. Es precisamente en el país teutón donde se ha convertido en uno de los más prestigiosos peluqueros y de más premiada trayectoria.

- ¿Se ha parado a pensar los años que ya han pasado desde que hizo su primera maleta para salir al extranjero?

-Varias veces se hace repaso de la vida y te das cuenta como pasan los años. Me fui con 21 de Vilagarcía y emigré a Venezuela con el fin de crecer profesionalmente, ver otras culturas y vivir otras experiencias. Viví muchas satisfacciones y alegrías, pero también tuve muchas añoranzas. Ya han pasado 38 años desde que me fui y sigo echando de menos muchas cosas.

-¿Qué fue lo que le empujó en su momento para emprender rumbo?

-Me fui de España porque no veía futuro y el afán de aventura hizo el resto. He de decir que la situación estaba mal, no tan mal como ahora, pero mal. Y para un joven de 20 años el salir y buscar nuevos rumbos era lo mejor.

-¿Partió con una idea fija de como quería ganarse la vida o todo fue surgiendo sobre la marcha?

-Todo surgió sobre la marcha. Lo de ser peluquero no lo tenía tan claro. Incluso después de la academia de peluquería, cociné dos años en una de las mejores cervecerías de Venezuela "La Polar" que es el nombre de una conocida marca de cerveza. También fui mayordomo de la embajada suiza en Venezuela, guionista, arreglista musical, pintor y vagabundo de los oficios. Para ganarme el pan hice de todo. Más tarde y después de conocer a la que sería más tarde mi esposa comencé de nuevo con la peluquería.

-¿Se acuerda de cómo era Vilagarcía en su época aquí?

-Vilagarcía era un pueblo donde todos sabían de todos, donde la vida de los demás interesaba más que la de uno mismo, cosa que en los pueblos no cambia mucho. Nada comparado con Caracas donde el anonimato era total. Cada uno anda en a lo suyo en una gran ciudad y nadie se ocupa de nadie. Vilagarcía, con su poca industria y ocupación, era un pueblo aletargado y aburrido con sus costumbres trasnochadas, que para mi generación significaban una muerte lenta en cuanto a cultura, conocimientos y experiencias. Franco ya quedaba atrás y la democracia era interpretada muy a la española. Pasamos del 0 al 100 sin recorrer las casillas intermedias.

-¿Cuál es el primer recuerdo que se le viene cuando se acuerda de Vilagarcía?

-El primer recuerdo que me viene cuando pienso en mi pueblo es la plaza de abastos y los churros. ¡Mira que compré churros allí! Así como Vista Alegre con mis paseos de la alameda al convento y del convento a la alameda. Le sonara a muchos, pero con otras rutas. Era la ocupación cuando no había dinero.

-¿Ejerce de embajador de la zona a la hora de aconsejarla turísticamente?

-¡Y tanto! Mi libro de fotos de Vilagarcía lo han visto ya más de 4.000 personas de las cuales muchas ya han pasado a visitar el pueblo y me han mostrado nuevas fotos de muchos lugares.

-¿Hubo momentos duros en tantos años en el extranjero?

-Claro que hay momentos duros cuando estas solo. Si te falta la familia no puedes compartir cosas como cuando nacen tus hijos más que con los nuevos conocidos allí donde estés. También hay muchos momentos felices y algunos menos, pero supongo que le sucederá a todo emigrante.

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