Jesús Míguez y Mar González ya están acostumbrados a ganar. Pero una victoria en el Rally do Albariño tiene siempre un valor especial. Para empezar, porque la victoria fue en casa. En segundo lugar, por el mérito de haber vencido ya en tres ocasiones, las dos últimas de forma consecutiva. Y, en tercero, porque el Rally do Albariño es uno de los más codiciados por los aficionados a los coches clásicos.

"Es uno de los más complicados que hay en Galicia, si no el más complicado. Se hace en invierno, en una época en que se te hace pronto de noche y es habitual que te toque un día de mal tiempo, con la carretera muy sucia. Además, tiene mucha navegación, con cruces, desvíos o bucles en los que es fácil cometer un error y hasta perderte", relata Suso -como le conoce prácticamente todo el mundo- Míguez. El evento que organiza el Club Clásicos Salnés es, por lo tanto, una de las piezas más codiciadas para quienes ansían competir.

Pero el éxito no les ha llegado de la noche a la mañana, sino que es el resultado de muchos años de trabajo. De hecho, en 2018 cumplirán 10 años compitiendo en rallies, si bien el primer coche de competición lo compraron en 2017.

Aficionados a la velocidad

Aficionados a la velocidad

Él, nacido hace 49 años en Salvaterra de Miño, al sur de la provincia de Pontevedra, se mudó a Cambados con su familia cuando tenía 12. El mundo del motor le entusiasmó siempre, y siendo joven ya recorrió muchos miles de kilómetros para ver rallies. Tuvo buenos amigos en las pruebas de velocidad, como Javier Piñeiro, de Caldas, que fue campeón gallego y de España en varias copas de promoción, o Silvio Fernández Malvar, de O Porriño, que también destacó sobremanera en las subidas de montaña. A algunos de ellos incluso les ayudó con los tiempos o la compleja logística que conlleva participar en una carrera de coches.

Para entonces ya había conocido a Mar González, nacida en Cambados hace 48 años. Y le contagió su pasión por los coches. De modo que solo era cuestión de tiempo que decidiesen saltar la barrera y dejar de ser espectadores, para convertirse en protagonistas de los rallies.

En 2007 compraron su primer coche de época, un BMW 1602 del año 1974. No querían asumir ni el riesgo físico ni la inversión que conllevaría participar en las pruebas de velocidad, de modo que apostaron por las de coches clásicos. Y les salió bien.

En pocos años, se convirtieron con aquel BMW en una de las parejas con más títulos de Galicia. Ganadores de los rallies de las ciudades de Vigo (donde vencieron en dos ocasiones), Lalín, Ourense y A Coruña, algunos de sus logros más significativos fueron una edición del Rías Baixas, y, sobre todo, la Clásica Galicia de 2012. Casi una década después de correr su primer rally, hoy la pareja tiene tantos trofeos en casa que ya no les resulta sencillo encontrarle espacio. Pero desde hace un tiempo los ganan con otro coche alemán, un Golf del 83.

La modernidad del vehículo

La modernidad del vehículo

Míguez tuvo en los años 90 un Volkswagen Golf GTI, y tras deshacerse de él le quedó la espina clavada de volver a conducirlo. El sueño se convirtió en realidad en 2014, cuando encontró en Ourense un modelo de este vehículo que se ajustaba a lo que necesitaba.

Enseguida se convirtió en la primera opción de la pareja para los rallies. "Entre el Golf y el BMW hay diez años de diferencia, y 10 años se notan mucho en tecnología y comportamiento en carretera. Además, el Golf es más cómodo para viajar, porque el BMW es antiguo antiguo, y hay que pensar que a veces para participar en un rally tenemos que hacer en un fin de semana 400 o 500 kilómetros, y se agradece ir en coche cómodo".

A modo de ejemplo, explica que hace unas semanas subieron a Cantabria, con lo que hicieron en apenas 72 horas unos 1.000 kilómetros. Quizás demasiados para un coche de más de 40 años, por muy alemán que sea.

De todos modos, a Míguez y González también les gusta la casa BMW, y la prueba es que su coche para el día a día es un Serie 3 de esta marca germana. Una vez más, las diferencias entre ponerse al volante de un turismo salido de fábrica hace poco y de un Golf de los años 80 es abismal.

"El moderno es más cómodo, pero con el antiguo es como de verdad disfrutas del placer de conducir", explica el piloto, que de lunes a viernes trabaja como empleado de banca. "En el coche moderno es todo más sofisticado, pero a la hora de conducirlo todos se parecen, y hasta hacen todos el mismo ruido. El coche de época, en cambio, te transmite la sensación real de la carretera, de las frenadas, del agarre en las curvas".

Deja claro que si un coche clásico "tiene un buen mantenimiento", circula con la misma fiabilidad de cualquier otro, aunque admite que en caso de accidente "vas menos protegido" que dentro de un coche actual, que cuenta con dispositivos como airbags o habitáculos reforzados con barras de acero.

Además, sostiene que la afición por los coches de época "no es exageradamente cara", aún en el supuesto de que se le tome el gusanillo y se empiece a acudir a los rallies. "Hay pruebas por aquí cerca, con lo que no hay por qué gastar demasiado en los viajes".

La importancia del copiloto

La importancia del copiloto

La figura del piloto es siempre la más conocida. Quien conduce acostumbra a ser la estrella. Pero Suso Míguez aclara que si bien en las pruebas de velocidad, la calidad del piloto es en efecto lo que puede decantar la victoria hacia uno u otro lado, en las competiciones de coches clásicos, que premian la regularidad, "el copiloto es quien tiene el mérito de verdad".

"El copiloto hace prácticamente todo menos conducir", señala. "En un rally de regularidad lo importante es llevar la media que te ha marcado la organización, ya sea una velocidad o una tabla, y el copiloto es quien está pendiente de eso, quien lleva los aparatos delante, quien tiene cuenta de las medias y del itinerario".

El trabajo del copiloto de un coche que aspira a hacer un buen puesto en un rally es tan importante que en ocasiones ni siquiera puede disfrutar de todos los descansos que se hacen a lo largo del recorrido, y mientras su compañero puede bajar a estirar las piernas unos minutos, él tiene que quedarse dentro del coche preparando el siguiente tramo.

Mar González admite que su trabajo de copiloto apenas le permite disfrutar del paisaje de los lugares por los que pasan, por mucho que éste sea espectacular. "Hay sitios por los que pasamos hasta tres veces y no puedo verlos ninguna", cuenta esta profesora acostumbrada a ir consultando los planos y los aparatos de navegación en marcha para decirle a su marido lo que tiene que hacer en cada momento.

Para ella, lo mejor del mundo del los rallies es la oportunidad de encontrarse cada cierto tiempo con amigos que viven lejos, pero que se reúnen unas pocas horas cada mes o cada dos para charlar un rato y compartir la mesa de un restaurante. "Eso es lo mejor de todo, la posibilidad de encontrarnos con todos esos amigos".