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Botana, el artista en el que se inspiran las "collareiras"

Fue uno de los personajes más fascinantes del siglo XIX en la península de O Grove

Abalorios hechos por los sirvientes que heredaron la manera de trabajar de los Botana. // Francisco Meis

José Botana Barbeito nació en Dena (Meaño) en 1827, en una familia acomodada en la que su madre era una terrateniente y su padre, el juez de la jurisdicción de A Lanzada. Desde su juventud tendrá una cierta inquietud profesional por mejorar la paupérrima y atrasada industria del siglo XIX.

El joven Botana viaja a Filipinas, donde observa el arte de trabajar las conchas marinas, y a su regreso decide poner en marcha esta iniciativa con carácter industrial. ¿Por qué no aprovechar las grandes cantidades de conchas marinas que yacen a miles en las playas dándole una utilidad y crear así, con ello, cientos de empleos? Esa era su pregunta.

La primera referencia de sus creaciones data de 1851, estando trabajando en una silla decorada con conchas nacaradas destinada a las habitaciones reales de Isabel II. Entre ese año y 1857 acabará recibiendo la condecoración de la Orden de Carlos III. Esta medalla, para quien no lo sepa, es la condecoración civil más distinguida que se puede dar en España y fue creada para recompensar a los ciudadanos que con sus esfuerzos, iniciativas y trabajos hubieran prestado servicios eminentes y extraordinarios a España.

José Botana fue uno de los personajes más fascinantes del siglo XIX en la península de O Grove. Aunque nació en Dena pasó la mayor parte de su vida en sus propiedades del pazo de O Sineiro, en donde fundó la única fábrica de conchas que debió existir en Galicia y posiblemente en España durante el siglo XIX. Trabajó durante largos años en sus creaciones confeccionando incomparables obras de conchas nacaradas que abarcaban desde pequeñas joyas como dijes, pendientes, collares hasta mobiliario adornados con conchas de las playas de O Grove.

Pero si realmente debemos destacar algo más que ser el origen de que hoy se sigan vendiendo collares en A Toxa, es por haber sido el individuo, la primera persona del siglo XIX, que promocionó y dio a conocer nuestro pueblo más que cualquier otra que hubiéramos podido imaginar durante todo ese periodo. ¿Por qué? Porque sus obras estuvieron presentes en las Exposiciones Universales más importantes del siglo XIX. En aquella de París de 1855 en la que se presentó por primera vez la máquina Singer, este grovense estuvo presente con sus ingenios.

En la Exposición Universal de París de 1867 sus obras volvieron a alcanzar una distinción elevada, como en la Exposición Universal de Viena de 1873 con más de 7 millones de visitantes y 233 hectáreas de superficie, donde Botana llevó dos colecciones de adornos: una cuna, un florero y dos árboles artificiales de nácar que recibieron la única medalla de mérito que otorgó en esta categoría el jurado de la exposición. El nombre de O Grove no dejó de estar presente de la mano del autor en la Universal de París de 1878 con una de sus mejores obras en nácar que dio trabajo a 86 operarios de su fábrica y que les llevó casi 9 meses terminar. Esa misma exposición en donde la cabeza de la estatua de la Libertad se expuso como un mirador para que la gente subiera a otear el horizonte cuando aún estaba lejos su destino final en la Isla Libertad al sur de Manhattan. Y tantas otras exposiciones nacionales, regionales e internacionales en la que el grovense aportó sus obras y el nombre de O Grove como estandarte.

Este industrial supo combinar la plata y el nácar para hacer auténticas obras de arte que se vendían a elevados precios en España y que eran objeto de colección por museos europeos. Ahí es nada. A raíz de su fallecimiento en 1895 en el pazo de O Sineiro, la viuda continuará con su estilo y manera de trabajar pero, lentamente el testigo lo irán recogiendo sus empleados, la familia de los Prego. Ellos fueron, con Natalia a la cabeza, la figura que heredó parte del legado generacional del trabajo de la centenaria fábrica de conchas de O Sineiro. Los Botana se irán sepultando en las brumas del pasado hasta el olvido de nuestros días.

Por otra parte, otras familias, que trabajaron o no en la fábrica, pero que sí conocían la industria de las conchas, banalizarán este arte realizando unos collares más toscos, menos elaborados, la plata desaparece como elemento noble y nacen a partir de las primeras décadas de 1900 los famosos collares de la isla de A Toxa. Herederos, sin duda, de aquel hombre que ideo allá por el 1851 una industria, una manera diferente de ganarse la vida con las conchas de nuestras playas, mientras España buscaba nuevos caminos que la sacaran del sistema feudal del Antiguo Régimen que aún pesaba en la sociedad.

Reconocemos hoy el valor y la historia de este hombre que desde hace ya tanto tiempo nadie recuerda y que, sin duda, fue el primer promotor turístico de nuestra localidad.

(*) Francisco Meis Durán es un investigador e historiador de O Grove con profundo conocimiento sobre la isla de A Toxa y sus orígenes turísticos y empresariales. Dedica este estudio a "Carmen Cadavid Botana, la última descendiente de su generación, y a su familia".

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