Fue una mujer quien, sobre las 20.30 horas, vio el fuego por primera vez. Era una hoguera pequeña, y había prendido en unos matorrales, no lejos de la aldea, en una finca conocida como "la de Juan". Pero a la vecina le extrañó aquel fuego. Empezaba a anochecer, y nadie en su sano juicio se habría puesto a quemar rastrojos con aquel calor y con la promesa de los vientos huracanados del "Ofelia". Así que se dirigió a casa de unos vecinos, que son quienes trabajan esa parcela. Les preguntó si habían encendido una hoguera, y le respondieron que no. Empezaba el infierno.

En pocos minutos, las llamas corrieron como la pólvora a través de las fincas y ya habían recorrido un par de centenares de metros cuando los vecinos le hicieron frente con cubos de agua y ramas de árboles, al borde de un camino de tierra. "Pudimos pararlo también gracias a que cambió el viento", cuenta un vecino que prefiere mantenerse en el anonimato. Según este hombre, aún estaban peleando contra el fuego cuando vieron como no lejos de allí brotaba otra llamarada.

El incendio del domingo pasado en Armenteira empezó supuestamente en al menos dos puntos distintos de Fofán, y de ahí se propagó hacia otras aldeas de la misma parroquia de Meis, como Gondes o As Pereiras. Finalmente, arrasó unas 15 hectáreas, según las estimaciones provisionales de la Consellería do Medio Rural, aunque el Ayuntamiento elevó esa superficie afectada hasta las 80.

Fofán, Gondes o As Pereiras ya han padecido con anterioridad otros incendios -incluido el de 2006-, y tienen más cosas en común, que según los expertos son combustible para los incendios: apenas queda agricultura ni ganadería en esos lugares, y la población se ha estancado, cuando no descendido.

En esa zona de Meis casi no se ven cultivos, ni siquiera para autoconsumo. Lo único que se puede apreciar entre las extensiones de zarzas y los prados en los que crece la hierba de forma descuidada son algún que otro maizal y unos pocos viñedos en parra. En el monte, hay parcelas enteras donde solo se ven eucaliptos y masas impenetrables de matorral. "Aquí quisieron traer la concentración parcelaria, pero de eso hace más de 10 años y aún no se sabe nada", explica un residente en Fofán. "Con la parcelaria sería otra cosa. Si tienes una finca grande y caminos con los que pasar con la maquinaria la gente se anima a trabajar más el campo, pero así..."

Tras los fuegos, lo que ha quedado en el monte es un desolador manto de ceniza húmeda, del que emergen desde la piedras que hacen las veces de marcos divisorios de las propiedades, hasta objetos que demuestran que algunos aún emplean el monte como basurero. En Castiñeira había al pie de unos laureles una vieja olla con la base agujereada y media docena de latas de refrescos. En Fofán, los restos desvencijados de un coche. También han quedado los cadáveres de infinidad de pequeños animales muertos, como salamandras o topos, y hay quien ha encontrado un nido calcinado de velutinas.

El cruceiro de Fofán

Fofán tiene apenas una veintena de casas, y no todas habitadas. La aldea ocupa la parte alta de un abrigado y hermoso valle desde el que se ve la ría de Arousa. El lugar pertenece a A Armenteira, pero queda tan lejos del centro parroquial, que desde hace décadas sus vecinos celebran todos los oficios religiosos y hasta se entierran en Cobas, que ya pertenece a Meaño.

En Fofán, los edictos del Ayuntamiento y demás anuncios institucionales se pegan en el portalón metálico del galpón de una vivienda; hay una cuidada fuente de agua potable; y se puede pasar un rato largo sin escuchar ni una sola voz humana. En los últimos años, han surgido algunos negocios que quieren aprovechar el encanto y la tranquilidad del lugar, como un campo de "paintball", o un par de alojamientos singulares en un hórreo y una gigantesca botella de albariño. Modernidad que contrasta con el olvido del pasado.

Un olvido que podría simbolizar el cruceiro del lugar, situado a 200 o 300 metros de la aldea, en el borde de un viejo camino forestal que lleva hacia Gondes y, bastante más allá, a Armenteira. Lleva más de una década sin cruz y con las piedras de la base destrozadas. Tras el incendio, presenta una imagen aún más decadente, cubierto de una fina capa de ceniza negra. Los árboles y arbustos que habían crecido a su lado ya estaban tragándoselo cuando ardió todo. Seguramente no tardarán en volver a hacerlo.