Pánico, indignación, temor o caos son solo algunas palabras que sirven para definir lo que vivieron en la madrugada de ayer varias aldeas del municipio de Meis situadas a los pies del monte Castrove. Desde Fofán hasta Cabeza de Boi, la escena de gente asustada a las puertas de sus casas o corriendo para ayudar a los bomberos se repetían en todas y cada una de las corredoiras para hacer frente a unas llamas que amenazaban con devorar todo lo que encontraban a su paso.

Todavía no había oscurecido del todo cuando los vecinos de los lugares de Gondes y Castiñeiras divisaron el inicio del fuego hacia la zona de Fofán. El viento y la sequía provocaron el resto, ya que las llamas se extendieron a una velocidad de vértigo, envolviendo, en cuestión de minutos las viviendas de ambos pueblos, por tercera vez en menos de una década. El pánico cundió, pero también la valentía, y a que muchos no dudaron en lanzarse hacia el monte, armados con todo tipo de mangueras, cubos, e incluso, sacando el agua de pequeñas piscinas privadas, para tratar de evitar que todo desapareciese ante la voracidad de las llamas. El intenso humo también obligó a sacar todo tipo de mascarillas de los arcones, para no acabar semiasfixiados.

No tardaron en llegar los servicios de emergencias, pocos, siempre muy pocos cuando se vive una situación así, en la que están en juego todas las pertenencias, e incluso, la propia vida. Junto a los servicios de extinción también llegaron varias patrullas de la Guardia Civil de los puestos de Cambados, Sanxenxo y O Grove, que se encargaron de recorrer las viviendas más próximas al fuego para desalojar a todo el mundo. No resultó sencillo, ya que en más de una ocasión, se encontraron con personas de avanzada edad y movilidad reducida. Mientras, en la primera línea de batalla, los bomberos tenían que vérselas con llamas de altura espectacular, y sobre todo, con las "muxicas", chispas y ceniza que el viento llevaba a centenares de metros más adelante y que provocaban que el fuego se extendiese a una velocidad de vértigo y apareciese en los lugares más insospechados.

Cada uno de los camiones iba escoltado por una legión de vecinos que ayudaban a tirar manguera para poder alcanzar los lugares más complicados, en un lugar como Gondes, que desciende por un desnivel de O Castrove y donde las pistas que permiten el acceso a muchas de las viviendas no dejaban entrar las motobombas por sus dimensiones. Los logros siempre fueron pírricos en esa lucha titánica, caracterizada por los gritos, las lágrimas, la desesperación, respiraciones entrecortadas y ojos desorbitados ante lo que estaban viendo, con momentos que parecían sacados del mismísimo infierno. Eso fue también lo que vivió el ganado en la zona. Gran parte de ese ganado se encontraba guarecido en alpendres que tuvieron que ser vaciados a toda prisa para evitar que pudiesen acabar asfixiados o calcinados. Vecinos y guardias civiles se afanaron en ese trabajo, recorriendo, uno a uno, todos aquellos alpendres que se encontraban más próximos al fuego.

En toda situación de tensión como la que vivieron los vecinos de estos pueblos, los bulos corren a la misma velocidad del fuego, en este caso, utilizando las redes sociales o los whatsapp, sobre presuntos incendiarios vistos en diferentes zonas. Ninguna de esas noticias que circularon por la red a toda velocidad acabó siendo real o tener alguna base de veracidad.

Sobre las dos de la madrugada, las cosas parecieron calmarse en la zona de Gondes y Pereiras, donde el fuego ya había arrasado toda la maleza y el arbolado próximo a las viviendas y poco le quedaba por calcinar

Sin embargo, la noche todavía no se había terminado, pues la preocupación se trasladaba a otros lugares, como Fofán o Castiñeira, situados un poco más arriba en el monte de O Castrove y a donde las llamas se acercaban de forma peligrosa.

En la última de estas aldeas, un considerable número de vecinos se apiñaba en las últimas casas viendo como avanzaba el fuego y quejándose amargamente de la ausencia de medios para luchar contra él. Esos medios fueron apareciendo a cuentagotas hasta conseguir acabar con una gran llamarada situada a unos 300 metros de ese lugar, empleando dos motobombas de emergencias de Sanxenxo y O Grove.

Aunque, oficialmente, el incendio se dio por controlado sobre las cinco de la madrugada, eso no hizo que los vecinos regresasen a sus viviendas tan pronto, ya que la mayor parte de ellos permanecieron en estado de alerta hasta que comenzaba a clarear el día, sobre todo, porque todavía permanecían activos demasiados rescoldos como para que la tranquilidad reinase entre todos ellos después de una noche de pesadilla vivida en tensión a la espera de la ansiada lluvia del Ofelia.