La situación de total abandono de la mayoría de los campos de fútbol de tierra pasa a menudo desapercibida, pues las explanadas solían hacerse muy lejos de los núcleos habitados, en zonas de monte donde el terreno era barato. Hoy se han convertido en algunos casos en vertederos incontrolados.

La relación de campos abandonados y tragados por la maleza es extensa, y algunos ejemplos son los de Aralde, Trabanca Sardiñeira, Castroagudín o Trabanca Badiña, todos ellos en el municipio de Vilagarcía. También están abandonados los de Leiro, en Ribadumia, András, en Vilanova, o Xil, en Meaño. Las razones y la intensidad del abandono son diferentes en cada caso, pero el resultado es el mismo: parcelas desaprovechadas y decadentes.

Ni las porterías

El campo de Aralde acogió en su día los partidos del equipo de fútbol del Caleiro. Pero con la desaparición de este conjunto -hoy sí queda el de veteranos, pero juega en Vilanova, sobre césped sintético- el campo de Aralde se sumió en el abandono.

Para su construcción fue necesario destrozar los restos de un castro existente en la zona -está en la parte alta de un monte-, pero la pérdida de esos vestigios arqueológicos no fue motivo suficiente para que las administraciones públicas hiciesen un mínimo esfuerzo por mantener el campo. En un primer momento, el entorno se convirtió en una escombrera con todo tipo de residuos.

Unos años después, la caseta de bloques de los vestuarios se derrumbó sola, las vallas metálicas del lateral desaparecieron, y la pintura blanca de las porterías empezó a caerse a pedazos. Hoy, no queda en el lugar ni un solo resto de aquella antigua instalación. Ni siquiera están los esqueletos de las porterías o de los vestuarios. En su lugar hay restos de basura y una gruesa capa de vegetación.

La estampa en Trabanca Sardiñeira es solo un poco mejor. El aspecto del terreno de juego no es tan decadente, pero lo único que conserva de su pasado es una portería y unos restos de red podrida.

Otro ejemplo de abandono es el de A Tomada, en Carril. A principios del pasado verano, el Concello de Vilagarcía intentó instalar en el campo una pista de cemento multideportiva, y parte del vecindario se movilizó para evitarlo. El Ayuntamiento alegaba que hace años que la explanada carecía de uso deportivo, hasta el extremo de que se había convertido en un recinto para el adiestramiento de perros y para hacer derrapes con el coche, pero los vecinos replicaron que no querían perder su único terreno para jugar al fútbol y que sí existía un grupo de personas interesadas en formar un equipo. El proyecto se paralizó, y el campo de A Tomada conserva en la actualidad la imagen desaliñada y solitaria de hace tres meses.

Sin ligas de aficionados

Hay varias razones para explicar el abandono de estas instalaciones, en las que jugaron sus partidos de fútbol de la infancia y la juventud los arousanos desde la década de los 60 hasta principios de los 2000.

Una de las más importantes fue la desaparición de una liga de aficionados que se organizaba en la comarca y en la que participaban unos 20 equipos: los Albañiles de O Grove, los Mariñeiros de Corvillón, el Amistad de A Torre, el Xunqueira o el Master Gym, estos dos últimos de Vilagarcía, fueron algunos de aquellos conjuntos que dieron vida a campos como los de Trabanca Badiña, A Laxe o Zamar, hoy sin uso alguno.

La desaparición de la liga, a principios de los años 2000, dejó huérfanas muchas de estas instalaciones. Así se quedó también la de A Malladoira, a las afueras de Vilagarcía, que acogía los domingos una vistosa liga a la que acudían a jugar varios equipos de la zona.

El hecho de que los campos estuviesen muy alejados de los núcleos urbanos, y la progresiva creación de infraestructuras deportivas en las villas y ciudades, propició que poco a poco los que querían echar un partido el fin de semana con los amigos acudiesen más a las pistas urbanas o a los recién estrenados pabellones, donde disponían de comodidades casi imposibles en las viejas instalaciones, como iluminación por las noches o duchas de agua caliente.

La modernización de las infraestructuras deportivas, y la migración de muchos equipos a éstas es otra de las razones que provocaron el abandono y consiguiente mal estado actual de los viejos campos terreños.

Sobran ejemplos de ello. El Xil meañés, por ejemplo, es uno de los conjuntos históricos del fútbol arousano, con una historia de medio siglo a sus espaldas. Su campo siempre fue el de Boavista, pero desde hace unos años juegan en el de hierba de Dena. El cambio no fue sencillo, pues eran muchos los que consideraban poco menos que una capitulación ir ver jugar al equipo en otra parroquia distinta. Sin embargo, posiblemente hoy a nadie en Xil se le pase por la cabeza volver al Boavista.

Otro caso similar es de Leiro (Ribadumia). Este estadio se construyó en un momento en el que había un gran número de equipos en Ribadumia, y era imposible acomodarlos a todos en los dos existentes: el de hierba natural de A Senra, donde jugaba el Ribadumia; y el terreño de Barrantes.

Como siempre sucedía en estos casos, el campo de Leiro se hizo lejos de todo, en la parte alta de un monte -donde, años más tarde, también se construyó el punto limpio de recogida de residuos-, pero fue de gran utilidad en su momento, pues allí jugaban equipos como los actuales Sisán, Santiaguiño o Terras de Curro, al tiempo que entrenaban las categorías base del Ribadumia. Pero con la construcción del segundo campo de A Senra, y la dotación de hierba artificial al de Barrantes, todos esos equipos abandonaron Leiro. Hoy, la explanada está semiabandonada.

En Vilagarcía, la creación de los estadios de Berdón y del Manuel Jiménez, en Fontecarmoa, fueron también letales para los campos abiertos décadas antes en los montes que rodean la ciudad. Lo mismo podría decirse de Vilanova, que de no tener ni un solo terreno de hierba a principios de siglo, hoy cuenta con cuatro, en O Terrón, Corón, San Miguel y Pontearnelas.

En todos los casos, se habilitaron siendo presidente de la Diputación Rafael Louzán. Y es que bajo su mandato se hizo una inversión millonaria en la modernización de estas instalaciones.

La desaparición de equipos

El progresivo envejecimiento de la población, y la popularización de deportes que hace 20 años eran poco menos que marginales son dos factores que parecen estar detrás de la desaparición de muchos equipos de fútbol, con el consiguiente abandono de sus antiguos feudos.

Así, al ya citado caso del Caleiro, que jugaba en Aralde, podría sumársele el del Rubiáns. El campo de esta parroquia no presenta un estado tan desastroso, pero se ve algún colchón viejo sobre el antiguo terreno de juego, y el estado de las porterías demuestra que hace mucho tiempo que nadie sube hasta allí a jugar. En sus proximidades incluso hay un asentamiento chabolista.

Tampoco se conserva mal del todo el campo de Castroagudín, donde también jugaba un conjunto de aficionados. Pero, pese a todo, el estado de la tierra, con mechones de hierba en muchas partes, y las rodadas de los coches, lo hacen poco atractivo para vestirse de corto y ponerse a correr detrás de un balón. La nostalgia no cura las heridas en las rodillas.