Saúl Otero sufre alzhéimer. El exprofesor y pintor fue siempre un prodigio de actividad intelectual, y aunque sigue trabajando mucho en su faceta artística, su día a día ha cambiado mucho. La memoria le falla a veces. Le cuesta recordar algunos detalles. Ya no puede ocuparse de la gestión de los recibos familiares. Pero sonríe. Y habla con naturalidad de su enfermedad. Es muy consciente de lo que le espera a la vuelta de la esquina, pero ha decidido no dejarse amedrentar. Lo suyo es disfrutar de la familia, pintar, charlar con los amigos... Sonreír.

-¿Cómo fueron los primeros síntomas?

-Aún estaba en Cambados. Me diagnosticaron hace tres años, pero antes de eso sentía cosas rarísimas en la cabeza. Me sentía perdido, me ponía de mal humor sin razón, le contestaba mal a mi mujer... Había un desorden enorme en mi cabeza y no entendía qué me pasaba.

-¿En qué consiste el tratamiento que está recibiendo?

-Tomo una cápsula diaria y un yogur especial con omega 3 para las neuronas. Y voy dos veces a la semana a una terapeuta, para ejercitar la mente con ejercicios de memoria o de matemáticas.

-¿Cómo se sintió cuando le dijeron que padecía alzhéimer?

-Me costó aceptarlo, no lo entendía. Estuve un tiempo sin pintar. Pero llegué a un punto en que me dije que tenía que tirar hacia delante, y volví a pintar.

-Pinta desde hace décadas. ¿Qué significa ahora la creación artística para usted?

-Aparte de la familia es el referente al que puedo agarrarme. En estos momentos la pintura me lo da casi todo. Si ahora me quitasen la pintura no sería nadie, moriría. Me permite hacer y buscar cosas distintas.

-¿En qué le afecta ahora el alzhéimer en su día a día?

-A veces estoy en el estudio, tengo que buscar algo y me cuesta encontrarlo. Me cuestan los números, y ya no tengo la memoria fabulosa que tenía antes. Es duro, porque a veces estás haciendo un ejercicio que antes como maestro me parecía banal, y ahora me resulta más complicado. Pero dentro de lo malo estoy bien, porque por el momento mi afectación es moderada.

-¿Cuáles son sus expectativas para el desarrollo de la enfermedad?

-Sé que llegará un momento en que no conoceré a nadie. He leído en prensa que hay médicos que dicen que aún faltan 30 años para lograr un medicamento que estanque el alzhéimer, con lo que asumo que ahora es casi imposible que esto pare. Lo que espero es que ese momento de no conocer a nadie tarde lo más posible.

-¿Qué es lo que más le asusta del futuro?

-El momento de no conocer a los míos.

-¿Tiene antecedentes de alzhéimer en su familia?

-No, ni por la parte de Noalla, que es la de mi madre, ni por la de O Rosal, que es la de mi padre. Todos murieron de viejos y libres de alzhéimer.

-¿Qué le diría a quienes tras ser diagnosticados de esta demencia optan por recluirse en sus casas y evitar cualquier contacto social?

-Creo que hay que hacer exactamente lo contrario. Salir y estar con los amigos. Hay que hacer algo. También un poco de ejercicio. Yo hago menos del que podría, porque lo que me gusta a mí es la pintura. Pero sí que hago algo. Voy a pilates un par de veces a la semana y cuando voy a la terapeuta siempre aprovecho la salida para dar un paseo.