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Cuando la almeja de Carril se descubre al tacto

Un grupo de personas ciegas baja al vivero para conocer el proceso del marisqueo

El grupo de invidentes que ayer conoció el proceso de marisqueo en la playa de A Concha. // Noé Parga

La agrupación "Amarcarril", constituida hace cinco meses para convertir la actividad marisquera en una experiencia turística de primer orden, ha quedado gratamente sorprendida con la emoción que vivió un grupo de invidentes que se empeñó en conocer la actividad que a diario realizan las mariscadoras de Carril.

El autobús, con más de cien personas, llegó al filo de las siete y media de la tarde a la explanada del hotel Compostela donde les esperaban ocho monitoras dispuestas a enseñarles cómo se diferencia una almeja babosa de un berberecho.

Y vaya si lo consiguieron, tanto que casi la mitad del grupo decidió remangarse los pantalones y participar en el proceso de cultivo. Eso sí tras escuchar una charla de casi una hora de duración.

El grupo lo formó un centenar de personas, la mayor parte de la ONCE, que en todo momento estuvieron acompañados por monitores y familiares, pues algunos eran niños de 6 o 7 años.

Pero estos y los jóvenes fueron los más osados, tanto que decidieron bajar al vivero, coger el raño, y sembrar semilla de almeja o recoger la de talla comercial.

Rita Vidal Mouriño, portavoz del colectivo Amarcarril, asegura que fue una experiencia positiva y única "en los cinco meses que llevamos como asociación".

A los monitores les sorprendió precisamente el entusiasmo con el que acogieron la visita a los parques de cultivo, un interés que se observó desde el primer minuto "cuando tuvieron oportunidad de reconocer al tacto las herramientas que empleamos para la extracción de los bivalvos".

"Los tocan de extremo a extremo, comprueban si es de madera o metal y hasta le llamaba la atención las puntas de la gancha", explica Vidal.

Al ver tal interés, las mariscadoras ya supieron que tendrían que esmerarse para explicarles las diferencias entre los distintos tipos de bivalvos.

"Ahora se van con el conocimiento suficiente para distinguir una babosa de la japónica pues la primera es más lisa, pero también llevan el concepto de cómo es la semilla que plantamos en los parques de cultivo, la forma de los berberechos o el relojito, todo especies que se dan en nuestra ría", señala Rita Vidal.

Tras la charla se propuso bajar al vivero y unos cuarenta se decidieron; claro está, los más jóvenes del grupo, es decir los más osados.

"Pero quisieron hacer de todo, desde aprender las labores de sembrado como el de recogida del marisco por lo que tuvieron que remangarse y poner botas porque al principio el agua les cubría los tobillos", relata.

La marea estaba en plena bajada por lo que poco tiempo después ya pudieron conocer la labor en la llamada "seca", que obviamente les causó menos dificultades.

Y tras las casi dos horas en la playa nadie pudo ver a un grupo tan exultante, que por fin pudo comprender todo el proceso de la pesca de bivalvos en la ría, una experiencia que les planteó la empresa de turismo Bluscus de Vigo especializada en este tipo de excursiones.

"De verdad que eran incapaces de expresar la satisfacción que tenían", asegura Rita Vidal, que subraya que la mayor parte de ellos "ni siquiera había tenido la oportunidad de ver estas especies tan típicas de la ría arousana.

No es de extrañar, por tanto, que les llamara la atención todo el proceso pues muchos ni siquiera sabían cómo era un "raño", aunque tenga parecidos con la azada. Pero al hablarles de "gancha" se sorprendían todavía más y por ello no es de extrañar que quisieran tocar cada milímetro del instrumento..

El grupo procede de las cuatro provincias de Galicia y también alguno llegado de Asturias. Todos ellos decidieron que no se marcharían de Carril sin probar este exquisito manjar.

Y así fue como acabó una excursión que seguro volverán a repetir y que, en todo caso, recomendarán a sus compañeros de la Organización de Ciegos de España.

Lo que han comprobado es que en excursiones como ésta la vista es un sentido del que sí se puede prescindir porque seguro que ellos pueden valorar mucho mejor el trabajo que cada día realizan las mariscadoras carrilexas para que esa delicatessen llegue a las mesas.

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