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El "furtivismo de bañador" se agrava en A Illa con intentos de agresión a mariscadoras

Maricarmen Dios: "El insulto ya es el saludo" - Desde el domingo se produjeron varios episodios conflictivos con los turistas - "La mayoría de ellos son de Galicia", lamentan

Tres mujeres ejerciendo tareas de vigilancia en una de las playas de A Illa frecuentadas por furtivos. // Noé Parga

Que A Illa es uno de los paraísos arousanos preferidos por los turistas para disfrutar de sus vacaciones no es ninguna novedad, como tampoco lo es que algún que otro bañista, ni corto ni perezoso, se lleve unas almejas para una caldeirada mientras disfruta de una tarde de playa. Pero la masificación turística de este verano en el municipio es de tal calibre que la problemática del "furtivismo de bañador" que llevan años denunciando las mariscadoras se ha incrementado notablemente, hasta el punto de que ya se han producido varios episodios conflictivos, con insultos e incluso intentos de agresión.

Así lo denuncia la presidenta de la Organización de Productores de A Illa, Maricarmen Dios, que advierte de la pasividad de todas las administraciones para poner coto a un problema que amenaza la actividad marisquera de la que viven directamente 247 trabajadoras. "Estamos en época de desove, y si esto sigue así nuestra actividad peligra seriamente", alerta la portavoz de la OPP-20. "Si nuestra producción disminuye, ¿alguien nos va a indemnizar?", se pregunta de forma retórica. "No hay quien nos ayude, es tremendo", añade.

Ella y sus compañeras han aumentado la vigilancia en las playas, pero sus esfuerzos han caído en saco roto. "Nos sentimos impotentes. Les informamos de que no se puede coger marisco, que es ilegal, pero no nos hacen ni caso. Es más, nos llaman de todo: sinvergüenzas, muertas de hambre, etc. El insulto ya es el saludo", comenta Maricarmen Dios.

Habitualmente las mariscadoras hacen turnos en grupos de tres personas, si bien en algunos arenales, como Xestelas o Parede do Bao, vigilan 6 y 9 respectivamente. "Tuvimos que incluir playas a las que antes no íbamos", explica la presidenta de la Organización de Productores.

3 kilos de almeja por bañista

En cuanto a las cantidades de recurso extraído ilegalmente en el litoral isleño por parte de los bañistas, Dios advierte de que cada vez son más importantes. Los turistas utilizan los cubos de playa de los niños y esconden el marisco en la toalla, llegando a capturar hasta 2 y 3 kilos por cabeza. "El miércoles se incautaron 3 kilos de almeja de talla antirreglamentaria. La más grande medía 2,7 centímetros", desvela la mariscadora.

Ahora que está de plena actualidad la denominada "turismofobia", Maricarmen Dios aclara que "turismo sí, pero no de esta manera". Y es que "todo el mundo tiene derecho a disfrutar de la playa menos nosotras. Llega el verano y es una condena".

Los hechos que hicieron saltar todas las alarmas ocurrieron esta semana. El domingo, en la playa de Espiñeiro, se le llamó la atención a un bañista por coger almejas, conminándolo a devolverlas al mar. "Tuvo que intervenir la mujer del turista para que este no le pegase al vigilante", relatan las afectadas.

El martes, en Camaxe, sucedió un episodio similar. "Un mariscador y un vigilante vestido de paisano, porque no estaba de servicio, bajaron a la playa a informar a unos turistas que no pueden capturar marisco y lo que recibieron fueron insultos, llegando casi a las manos", alerta la portavoz de la OPP-20. El miércoles se produjo un tercer conflicto en apenas cuatro días.

Uno de los aspectos que más molesta a las mariscadoras es que los visitantes que protagonizan estos conflictos suelen ser gallegos. "Puede haber algún madrileño, portugués o alemán despistado, pero los conflictos fuertes son con gente de aquí que sabe de sobra que no le está permitido mariscar", apunta Dios. La picaresca llega a tal extremo que incluso hay turistas que van a la cofradía a ver la lista de vigilancia para saber a qué hora estarán las mariscadoras en los arenales.

Aparte de esquilmar la producción, el sector se queja del estado en el que los "furtivos de bañador" dejan el terreno, todo revuelto y con cría en la superficie que con el sol acaba muriendo.

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