La musealización de los yacimientos arqueológicos de la provincia de Pontevedra, entre ellos el Castro Alobre de Vilagarcía, está pendiente de que el Ministerio de Fomento firme un convenio con la Diputación. Ante el retraso que acumula este acuerdo, la presidenta de la institución provincial, Carmela Silva, envió hace diez días una carta al propio ministro Íñigo de la Serna y a los altos cargos del ministerio para instarles a la "firma inmediata" del convenio que -con 4 millones de euros- permita llevar a cabo las últimas obras que necesitan los yacimientos para abrirse al público en condiciones.

Como estas gestiones por el momento no han dado resultado, la socialista viguesa no tira la toalla y da un ultimátum a Fomento: "Le doy de plazo hasta septiembre. Si no hay respuesta, habrá que tomar otro tipo de medidas de presión", advierte.

Y es que el compromiso que el Gobierno central le trasladó era que el convenio se firmaría una vez que se aprobasen los Presupuestos del Estado de 2017, recordó Carmela Silva, que insiste en que "no podemos seguir en esta situación. Ya pasaron más de dos meses".

Además, hay que tener en cuenta que las obras de excavación y puesta en valor de los castros pontevedreses ejecutadas por la administración provincial ya han terminado. "Nosotros cumplimos con nuestra parte. Incluso hemos llevado a cabo obras que no nos correspondían, como las de consolidación", espetó la presidenta de la Diputación en una visita ayer a Vilagarcía. De hecho en el Castro Alobre esa segunda actuación sacó a la luz un millar de piezas que nuevas -en tan solo 64 metros cuadrados- que se suman a las 20.000 halladas el año pasado.

La consolidación del castro arousano no fue la habitual debido a los vestigios descubiertos. Los más representativos han quedado a la vista de los de los visitantes para ayudarlos a comprender mejor las entrañas históricas del Alobre. Una de las estructuras que hace especial al asentamiento vilagarciano es el amplio concheiro descubierto, con una superficie de unos 100 metros cuadrados y una altura que en algunas zonas roza el metro. Está formado por conchas de almeja, mejillón, navaja y restos de cetáceos.

Otras de las estructuras más singulares es el hipocausto, una sala calefactada a modo de "suelo radiante" que se usaba en la época romana para baños y termas mediante una estructura de ladrillo. Solo se conserva la cámara de calor, por lo que los técnicos reconstruyeron una parte de pavimento superior para que los futuros visitantes puedan entender cómo funcionaba.