La localidad meañesa de Lores honró a su San Benito de verano con diez misas y las tradicionales poxas en una jornada donde la normalidad fue la nota predominante. Las primeras misas de la mañana y las últimas de la tarde fueron las mas llenas, con devotos ávidos de hacerse con el aceite milagreiro de la lámpara, besar la reliquia del santo o cumplir con la tradición de dejar una limosna, generosa en ocasiones, en cumplimiento de las peticiones de cada cual.

Y entre las dádivas estaban los preciados gallos de corral que llegaban durante toda la jornada al cobertizo improvisado en la parte de atrás de santuario. Carmen Domínguez, que lo atiende desde que hace más de 20 años heredó la labor de su madre, reconocía que "la primera pareja de gallos llegó a las 7.30 de la madrugada, y las últimas por la tarde, instantes antes de iniciar las poxas".

En total ayer se pujaron 22 parejas de gallos que se adjudicaron entre los 60 euros de la pareja más cara y los 26 de la más barata. En medio, un cordero que se falló en 53 y dos pavos, de los cuales el macho se adjudicó en 54 y la hembra en 56. También se subastaron dos lotes de conejos, madre y cinco crías, que fueron a parar ambos por un total de 64 euros a manos de Manuel Maza, un joven de Vilalonga que los cría en casa: "Debo tener una treintena, pero no los crío para la venta, sino para comer la familia". "El secreto para que no enfermen -agrega- es que no estén en contacto con el abono, por eso los tengo en una jaula elevada sobre el suelo. Luego hay quien dice que no deben comer mucho verde cuando son jóvenes, incluso los hay que aseguran que es bueno ponerle una gotas de vinagre en el agua".

Cierto que las poxas del San Benito de Lores, aún cuando son las más importantes de cuantas se celebran en la comarca, no tienen parangón con las de antaño. "En los años 50 y 60 -afirma Carmen Domínguez- eran mucho más grandes: hubo alguna vaca y luego cientos de gallos, tanto que se empezaban las poxas a las tres de la tarde y duraban hasta la noche y, en ocasiones, no daba tiempo a subastar todos los animales". "Venía gente hasta de Pontevedra -continúa- a comprar gallos aquí, incluso algún comerciante llegaba con sus jaulas para llevarse las aves adjudicadas para revenderlas en la plaza", recuerda esta vecina.