Luis Prego Amil, "O Patarrula", tenía 14 años cuando la vida dio para él un giro y le llevó por un camino que él jamás había pensado. Estaba cogiendo fruta en un árbol y se cayó, con tal mala fortuna de que se hirió de gravedad y quedó cojo. Esa circunstancia le cerró las puertas de muchos oficios, y acabaría optando por el de zapatero.

Empezó de aprendiz y a los pocos años abrió su propio negocio en la actual avenida de Vilariño, muy cerca de donde hoy está el Mercadona. Ya entonces se le adivinaban las dotes inquietas y la capacidad de adelantarse a su tiempo que caracterizan a muchos emprendedores de éxito.

Fue en su zapatería donde el dueño de unos parques de cultivo de almeja de Carril le dijo que había que inventar algo para los hombres que iban a mariscar a pie con la horquilla, y que a menudo tenían que dejar el trabajo a poco que subía la marea, porque las botas de agua les llegaban solo hasta las rodillas. Luis Prego se puso a pensar y a hacer patrones, y poco después desarrolló con la goma de unos neumáticos de camión usados el primer mono de mariscar. Era entonces apenas un muchacho de 19 o 20 años.

Aquella prenda ayudaría a miles de vecinos de Cambados a coger más marisco y, en consecuencia, a ganar más. A él lo convirtió en uno de los hombres más ricos de la villa, aunque también le obligaría a trabajar "de lunes a domingo", como cuenta la menor de sus tres hijos, y única mujer de los hermanos, Raquel Prego. "No daba abasto con el trabajo. Había épocas en que le hacían tantos encargos que él iba al médico para que le diesen algo para poder aguantar sin dormir". "Los vendió hasta por Asturias y Portugal", añade su hija.

Se trataba de un mono de una sola pieza y que cubría a los mariscadores hasta el pecho, lo que les permitía aguantar más tiempo en la "seca", y no escapar en cuanto la marea les empezaba a subir por las pantorillas. Según Raquel Prego, solo la llegada del neopreno, hace unos 25 años, logró jubilar los trajes de aguas de su padre.

Luis Prego Amil nació en 1933 en Vilariño, y a lo largo de su vida se convirtió en una de las personas más importantes y activas del mundo de la empresa en Cambados. A parte de los monos de goma para los mariscadores, compró y vendió tierras y casas en una época en la que todavía no existían las inmobiliarias, y fundó la cafetería y el hotel Thelma, hoy en día una institución de la hostelería local. Tras una vida de mucho trabajo, "O Patarrula" falleció el 5 de diciembre del año pasado.

Su familia ha querido rendirle un homenaje, y encargaron al artista Lucas Míguez un busto en bronce del empresario y una placa, cuyo texto redactó su hija. Esta semana los colocaron en la tumba, en el cementerio de Santa Mariña Dozo. Un homenaje "a un trabajador, a un luchador y a una persona de palabra. Cuando se hacía un trato con mi padre no había que ir para nada al notario. Fue muy buena persona", afirma su hija. "Yo fui a la escuela, pero el mejor profesor de mi vida fue él. Él me enseñó que todo en la vida exige un esfuerzo, y que si ganas veinte solo puedes gastar cinco". También les inculcó el espíritu emprendedor. "Somos tres hermanos, y con 14 años ya teníamos los tres nuestras propias empresas".