Mantener las tradiciones del rural es el objetivo trazado desde hace unos años por un grupo de vecinos que ayer organizó un opíparo banquete en el que dieron buena cuenta de los 200 kilos de carne de un cerdo al que cuidaron durante más de un año.

Se trata de un capítulo más de los encuentros intergeneracionales con los que se proponen conservar viejas y sanas formas de vida en las aldeas con actividades como la "sementeira", la malla o la matanza, como en esta última ocasión.

Simeón Barros, "Sito", es uno de los protagonistas de esta cita que comenzó el viernes con el sacrificio en privado de uno de los dos animales destinados a la fiesta y que ayer presenció la demostración pública de la matanza.

"A las diez de la mañana fuimos a buscar el animal al cortello, se trajo hasta el recinto del colegio Jesús Ferro Couselo donde se desarrolló todo el proceso, desde la muerte con pistola eléctrica, al sangrado del animal, abrirlo en canal y el chamuscado con palla", explicó.

Luego se subastó en un acto que tuvo un éxito rotundo pues fueron muchos los que pujaron hasta que un vecino "pagó 600 euros", una cantidad que consideran muy satisfactoria pues era un ejemplar más pequeño, de 180 kilogramos, y algo más de un año de edad.

La fiesta cuenta con la colaboración de distintos colectivos, entre ellos la asociación de mujeres, la de jubilados y también el departamento de Cultura que tienen como propósito "transmitir nuestras tradiciones" de una forma directa.

"Los asistentes se mostraron muy satisfechos porque unos han tenido la oportunidad de ver por vez primera un proceso como éste y otros con la buena impresión que ha quedado al público", admite Barros.

Pero también por una fiesta que ha servido para degustar una de las carnes más sabrosas de Galicia. "La pareja de cerdos ha tenido una alimentación exquisita durante todo este tiempo y ahora se matan a la manera tradicional que incluye el chamuscado con paja con lo que se potencia el sabor", explica Sito Barros.

Así lo pudieron comprobar los asistentes a la copiosa comida que también prepararon los organizadores y que consistió en sabrosos "rixós", "bolos do pote", zorza, callos, cocido y como postre filloas y morcilla de sangre. "También se frieron algunas blancas por si alguien las prefería", explicó.

Todo ello fue posible gracias a la enorme involucración de los vecinos que ya en la noche del viernes comenzaron con los preparativos de la comida.

Al final, se convirtió en una auténtica "fiesta rachada" amenizada por un dúo musical y aderezada con buen vino y queimada.