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Avelino Ochoa reivindica el papel de los barcos clásicos y de la cultura marítima tradicional

Avelino Ochoa, en su dorna, durante la regata. // Muñiz

El abogado grovense Avelino Ochoa, quizás el hombre que desde el Club Náutico de San Vicente más apostó por la Regata Islas Atlánticas, recurre a su experiencia como armador y marinero -su dorna fue una de las participantes- para publicar un extenso artículo en la revista anual del Yacht Club Classique. De este modo reflexiona largo y tendido sobre la importancia de la cultura marítima tradicional.

Sostiene de este modo que "toda Galicia es una cultura marítima", y apostilla que "hay una parte de su población situada en la costa que atesora conocimientos, creencias y costumbres relacionados con el mar desde el Paleolítico, cuando estaba habitado el lecho de las rías porque la línea de costa estaba a unos 90-120 metros más abajo, haciendo que islas como Cíes, Sálvora y Ons, rodeadas actualmente de unas aguas con en torno a 50 o 70 metros de profundidad fueran entonces tierra continental".

En su extensa reflexión señala que "la presencia de flotas fenicias, romanas, normandas, árabes, inglesas o, incluso la formación de la flota de Gelmírez" forman parte de "un devenir histórico que conformó un flujo de relaciones y conflictos que construyeron esa cultura marítima, expresada en manifestaciones materiales e inmateriales como las embarcaciones y artes de pesca, pero también con leyendas, creencias, música, danza, oficios o arquitectura".

Ochoa reconoce que "la cultura marítima gallega no está integrada en lo que se conoce como mundo de la Cultura, y sin embargo, como contrapunto, hay grupos vigorosos" que la promocionan con fuerza defendiendo el patrimonio cultural a flote "como algo vivo".

Cita como ejemplo a la Federación Galega pola Cultura Marítima e Fluvial y sus encuentros de embarcaciones bienales, "que no alcanzan la importancia del de Brest (Francia) pero se han convertido en una potente manifestación que mezcla aspectos culturales, reivindicativos, festivos y folclóricos".

A juicio de Avelino Ochoa, "estas entidades altruistas contribuyen a que las embarcaciones tradicionales populares gallegas resulten extraordinariamente apreciadas en cada localidad".

Y lógicamente barre para casa al asegurar que "las dornas son las más marineras y bonitas" embarcaciones en las rías de Arousa y Pontevedra, aunque "lo mismo se predica de las bucetas, de los botes, de las gamelas o hasta de los racúes allá donde se han desarrollado".

En el mismo artículo Avelino Ochoa resalta que en Galicia hay una red de museos que atestiguan la relación de Galicia con el mar, como son "el Museo do Pobo Galego y el del Mar, seguidos por otros de ámbito más local, como pueden ser el de la Salazón en O Grove, el Massó en Bueu, el Provincial de Cervo o el Marítimo Seno de Corcubión".

Lógicamente, no se olvida de algunos clubes náuticos que "empiezan a sensibilizarse con el mundo de la cultura marítima tradicional", y cita que "el Real Club Náutico de Sanxenxo mandó construir dos galeones de madera en la carpintería de ribera de los hermanos Garrido (O Grove)" y que el Club Náutico de San Vicente "lleva unos diez años reivindicando el mundo del barco clásico y las relaciones con el denominado Mar de los Celtas".

Paralelamente, Ochoa explica qué es un barco tradicional y señala que para considerarlo así "una embarcación debe responder a un diseño común difundido en un ámbito e identificado como propio de una o varias zonas o actividades".

La buceta, gamela, galeón, dorna o lancha de relinga son ejemplos de ello; "modelos de barcos resultado de una evolución secular que llegaron al estado actual adaptados al medio o a la función".

En relación con esto asevera que "el paradigma es la dorna, cuyo diseño puede recordar la influencia histórica de otros pueblos; Staffan Mörling afirmó la similitud con barcos de islas nórdicas y su vela de relinga se emplea no solo en Galicia, sino también en Portugal, en la Bretaña o en el Báltico". Pero "todos los barcos tradicionales tienen historia", sentencia.

Y basta con analizar "cómo evolucionó la trainera hacia el racú, o recordar los sistemas de transporte en las rías con los galeones".

Lo que está claro es que "un barco tradicional no es un barco viejo, sino un monumento vivo que retrata la historia, y hasta puede que retrate la historia común de diversos pueblos". De ahí que considere que, si bien es "indudable que una dorna de las Rías Baixas o un bote de Ribadeo, deben formar parte de ese patrimonio marítimo", también opine que "tienen que ser parte de él los barcos clásicos que por su antigüedad, diseño o sistemas constructivos merezcan la misma salvaguarda".

Para finalizar, Avelino Ochoa manifiesta que "la cultura marítima no debería encasillarse en un origen geográfico determinado, pues el mar es un nexo de comunicación permanente entre pueblos, un canal que transmite conocimientos, experiencias y tradiciones".

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