Cabe definir "opinión pública" como la opinión dominante en la calle que sería una resultante de las opiniones publicadas.

Hay además una segunda opinión pública: la expresada por las mismas personas en ámbito privado.

La mayor veracidad de esta segunda, provoca serios quebraderos de cabeza al negocio demoscópico que observa horrorizado sus errores de pronóstico.

Para evaluar con precisión intenciones de voto no basta con manejar bien la estadística, ni la continua puesta a punto del modelo utilizado, el cual, a fin de cuentas, sólo interpreta opiniones obtenidas a pie de calle o por vía telefónica dejando fuera de registro opiniones sostenidas en la intimidad del hogar o en confidencia de amigos . De ahí los chascos el día después.

Obama traía etiqueta de pacifista y en base a expectativas recibió el Nobel de la Paz; pero al gobernar, salió rana. Trump, también en base a expectativas, trae colgada etiqueta de belicista y antes de gobernar ya ha recibido el Nobel de la Guerra.

La democracia también mejoraría si los creadores de opinión dudasen más de sí mismos al pronosticar, fuesen menos categóricos al etiquetar y no tan precipitados al otorgar premios naranja y limón.