Dentro de este grupo de catalanes hubo los que una vez alcanzada la meta económica que deseaban se volvieron a Cataluña, y hubo otros, los menos, que se quedaron en Galicia para formar parte del grupo que deseaban un futuro mejor para Galicia. A este grupo pertenecían Francisco Ravella, José Bargés y Lucía Vilá.

Su tía Lucía Vilá, era una persona muy querida en Vilagarcía. No en vano había fundado el asilo que todavía persiste en la actualidad, y su tío, José Bargés, había sido un buen alcalde, recordado por los vecinos por las mejoras que introdujo en el municipio.

Pronto alcanzó una situación económica respetable, introduciéndose en negocios municipales, tal como en la recaudación de contribuciones, prestamista, compra y venta de tierras y finalmente en la política directa, por la cual será recordado en Vilagarcía.

Efectivamente, el 1 de julio de 1881, aparece en el Ayuntamiento formando parte del grupo de concejales que renovaban en parte el pleno municipal, formado por José García Reboredo, José María Cuervo, Cayetano Pumariño, José María Ínsua, Jesús Otero y él mismo, y surge entonces la sorpresa: sin tener experiencia alguna en la política municipal, es elegido como alcalde, al obtener 9 votos, seguido de Luis Maroñas con solo uno.

Inmediatamente se da cuentade que la estructura municipal de Vilagarcía era anticuada y carente de futuro económico. La propia casa consistorial era, por decirlo de alguna forma, itinerante, ya que generalmente se trataba de una casa arrendada, y en ocasiones, propiedad del alcalde del momento.

Uno de los primeros objetivos de Francisco Ravella, fue edificar una casa consistorial de acuerdo con el futuro que el preveía para Vilagarcía, y se fijó en un terreno, por entonces conocido como Campo de Cabritas, que conforma lo que hoy es el Ayuntamiento, con los jardines y las casas de alrededor.

Había sin embargo un problema: en ese terreno se colocaban una serie de puestos y tinglados, por los que tenían que pagar al marqués de Villagarcía de forma periódica por su ocupación. En principio, cabía la posibilidad de expropiar el terreno sin más, al precio que oficialmente se designase, pero esto le supondría un pleito largo y costoso, y por ello se decidió por la compra directa a un precio convenido entre ambos.

El precio se fijó en 25.000 pesetas, de las cuales, hizo una entrega inicial de 10.000, y el resto se convino en pagar a lo largo de dos años. Poco se imaginaba el marqués de lo que en breve iba a obtener el alcalde para la ciudad.

Inmediatamente, Ravella designó el terreno para ayuntamiento y jardines, dejando el resto para una serie de parcelas para edificar, y con las cuales pensaba el alcalde en obtener nada menos que 60.000 pesetas. Era el negocio más limpio e importante que había realizado el Ayuntamiento hasta esos días. Por el momento, la casa consistorial estaba solo en proyecto. La edificación de un mercado de acuerdo con el comercio del municipio y el futuro del mismo, era el objetivo inmediato de Ravella.

Aunque la idea ya se le había ocurrido al anterior alcalde, Francisco Viqueira, el objetivo inicial de Ravella, era hacer un mercado solo para "pescado y carnes muertas", dejando los granos, patatas, las verduras y las frutas para otro.

Todo el mundo sabe donde se construyó el citado mercado, dado que es el actualmente conocido como "plaza o mercado de la pescadería", que se pujó en marzo de 1882 en 42.652, 20 pesetas, y que construirá el maestro de obras Manuel Pereiro.

El 2 de enero de 1884 el periódico "La Gaceta de Galicia" anunciaba la inauguración de la que vino en llamarse "plaza de Abastos":

"Llegado que hubieron a la plaza, abriose la puerta principal por donde penetró la comitiva, procediéndose por el ecónomo señor Carballeira a la bendición del edificio. Terminada la ceremonia religiosa el alcalde Ravella declaró inaugurada la plaza de abastos de Villagarcía, pronunciando un breve pero sentido discurso encaminado a demostrar las ventajas que reportarán a Villagarcía las obras de la importancia, de la que nos reunía en aquel lugar. Hizo anotar que era el continuador del pensamiento de su tío José Bargés (q.e.p.d.) alcalde que fue de Villagarcía, autor de la idea de la construcción de la plaza, y dijo que habiéndole cabido en suerte colocar la primera piedra de ella, tenía la doble satisfacción de haber dado cima a la obra, siendo notable que durante ésta no haya ocurrido desgracia personal a ninguno de los trabajadores".

El tercer proyecto de Ravella era realizar un plano geométrico de la población, que sirviera para el futuro urbanístico del mismo. Era algo así como un plan general de urbanismo que evitara en el futuro el que cada uno edificara donde le viniese en gana. Fue en junio de 1885, cuando el Ayuntamiento aceptó la proposición del arquitecto Andrés de los Santos Ramos para la confección de dicho plano geométrico.

Quedaba pendiente la construcción de la casa consistorial y los jardines, pero repentinamente fallece Ravella el 24 de noviembre de 1885 a las diez y media de la noche. La prensa local comentaba la irreparable pérdida que en el pueblo había ocasionado su muerte, comentando que "tan sensible desgracia ha llevado el luto al corazón de todos los habitantes de esta villa que no pueden menos de comprender la irreparable pérdida que el pueblo en masa ha experimentado con la temprana muerte del que, llevó a cabo importantes obras de interés municipal, teniendo en proyecto otras muchas de no menor importancia".

Tanto impacto causó en el pueblo, que hasta un poeta local, Juan Fernández Casal, le dedicó un sentido poema, con el título de "Elegía a la muerte de Don Francisco Ravella y Arenas", que salió en el periódico "El Eco Comercial", el 28 de noviembre de 1885.

El entierro fue multitudinario y sentido por todo el pueblo, presidiendo el duelo, el marqués de Aranda; el banquero Lorenzo Pérez; el antiguo coadjutor de la parroquia de Santa Eulalia de Arealonga, Carballeira; y el abogado Salgado, y tal como era la costumbre de la época, las cintas eran cogidas por Luis Varela y Cayetano Pumariño en representación del municipio; el comandante interino de Marina Piedras; y el juez municipal Barrio.

Al funeral asistieron los cantores de la catedral de Compostela, y el entierro se efectuó en el primitivo cementerio municipal situado en los terrenos que actualmente ocupa el instituto Castro Alobre, y que había inaugurado con su entierro, la vilagarciana Beatriz González en 1831.

En marzo del año siguiente, en un pleno municipal presidido por el alcalde Luis Maroñas, decide "dotar al municipio de casa propia construida exprofeso en el Campo de Cabritas donde el ayuntamiento dispone del solar necesario", el cual, "deberá componerse de planta baja y un alto", en el que además de las dependencias municipales, tendrá también el juzgado.

Pasados unos años, el alcalde Castor Sánchez, dispondrá en una sesión municipal, en el año 1896, que la llamada hasta el momento plaza Mayor, que venía a ser todo el frente del ayuntamiento, pase a llamarse en el futuro, plaza de Ravella.

Era el reconocimiento al futuro que soñó Francisco Ravella cuando fue elegido alcalde de Vilagarcía.