Las filigranas del avión pirotécnico de San Vicente de Meis cautivaron a la multitud que se congregó esta pasada madrugada para disfrutar de un magnífico espectáculo de fuegos de artificio que ya es de sobra conocido fuera de las fronteras de Galicia.

Son veinte minutos de luces, llamativos colores y sonido atronador que cautivan a niños y adultos desde el minuto cero pues además el artefacto regresa a velocidad de vértigo para explotar con gran estruendo en su punto de origen.

La idea podría parecer actual pero cuenta con una larga historia, tanta que solo se recuerda que fue un "ferreiro" de la localidad quien ideó este llamativo ingenio como colofón de la Festa de la Virxe das Dores, posiblemente hace más de setenta u ochenta años, señala Adolfo Fernández Güimil, presidente dedes hace la friolera de 40 años de la asociación cultural que organiza esta fiesta.

"El recinto festivo se abarrotó esta pasada noche para disfrutar del avión pues vino gente de todos los puntos de Galicia, incluso había coches de Portugal", dice con orgullo el presidente quien también subraya que al llenarse una finca que reservaron para aparcamiento "hubo que abrir otras dos más".

Y no es extraño porque el avión que cada año les regala Arturo Dopazo, propietario de Pirotecnia A Goulla en cumplimiento de una promesa a la Virgen, es realmente espectacular. Mide 1,5 metros de largo por uno de ancho y va cargado con pólvora que estalla de forma sincronizada durante un viaje de verdadera locura.

El artefacto se sitúa en un alto y baja hacia una finca privada a través de un cable de unos 300 metros de longitud. En su trayectoria de caída, en la que solo se usa la fuerza de la gravedad, suelta cohetes y tracas, y hace piruetas para llegar a la zona más baja donde empieza a girar a toda velocidad hasta que se pone en dirección de vuelta. Luego sube a velocidad de relámpago para explotar en un tope donde el estruendo es mayúsculo. Y no es de extrañar porque se deja para el final la guinda que en esta ocasión terminó destrozando el tope de hierro.

La espectacularidad del acontecimiento hizo que también acudiese al lugar una patrulla de la Guardia Civil que ayer quiso comprobar si todo estaba en orden. La comisión mostró certificados, el seguro y hasta las zonas de seguridad que se reservaban. Son demasiados años para que quedase ni un solo cabo suelto.