El grovense Miguel Vilas sigue adelante en Gran Hermano (GH), el reality de Telecinco que arrancaba hace una semana y ya ha ofrecido a los telespectadores las dos primeras expulsiones de la casa de Guadalix.

El joven meco de 31 años que se define como "transgresor, imaginativo, empático, egocéntrico, enérgico, seguro, echado para adelante, paciente y con desparpajo", ha superado por tanto los primeros escollos, pero no sin dificultades, ya que está desesperado por desvelar su secreto, que no es otro que su verdadera identidad.

Quizás lo haga ahora, después de que se convirtiera junto a Candelas, Meritxell y Pablo en uno de los primeros nominados de esta edición, lo cual significa que la próxima semana uno de ellos tendrá que abandonar la casa por decisión de la audiencia. Y claro, si el grovense quiere salvar el pellejo, quizás opte ahora por desvelar su gran secreto.

Como se explicó cuando se convirtió en el primer concursante del reality, es un chico que trata de vestir a la última y presume de dentadura, de pelo y de culo. Pero en realidad tiene una avanzada alopecia que disimula con un peluquín, tal y como mostró a los espectadores cuando pasó a formar parte de la plantilla de Guadalix.

Sin embargo sus compañeros de vivienda y show no lo saben, aunque están cada vez más mosqueados con el secreto que, están convencidos, esconde Miguel Vilas.

Desconocen de qué se trata en realidad, y puede que ni se imaginen lo del pelo postizo, que a la postre no es más que la prueba evidente de que el grovense es una persona muy diferente a la que aparenta ser, y no solo por el aspecto físico.

En la gala celebrada el jueves, cuando la audiencia decidió a través de la app oficial de GH que Cris y Laura fueran las primeras expulsadas, Miguel Vilas pasó por el confesionario y no pudo contener el llanto, abrumado por su propio secreto.

Es, no cabe duda, algo que puede formar parte de una estrategia capaz de llevarlo lejos en el programa, aunque al mismo tiempo lo tiene consumido psicológicamente, o al menos eso parece, ya que con lo poco que va de programa y lo mucho que influye estar ante la cámara luchando por un premio es difícil diferenciar entre ficción y realidad.

Lo que resulta evidente, como apunta la productora de GH 17, es que "la actitud altiva y perfecta de Miguel dentro de la casa ha empezado a sembrar la duda entre sus compañeros, quiénes están convencidos de que algo esconde", aunque, cabe insistir, no sepan de qué se trata.

Así las cosas, mientras sus compañeros de alojamiento y reality desconfían y dejan las primeras imágenes impactantes para los seguidores de este programa, el grovense intenta como puede mantenerse a flote, o lo que es lo mismo, "mantener su imagen de chico perfecto".

En la primera semana lo consiguió, al menos hasta que se cerró la puerta del confesionario y se rompió anímicamente.

"Me doy cuenta de que vendo una vida irreal de que la belleza no es lo más importante y que hay que ser uno mismo, pero es algo que yo no hago", manifestó el concursante arousano, sabedor de que ofrece la imagen de "una persona imparable, cuando en realidad yo no soy así".

De este modo, entre lágrimas, Vilas dejó claro que está deseando quitarse el pelo postizo "y empezar a ser natural", pero insiste en que no encuentra el momento de hacerlo.

"Tengo ganas de matar a este Miguel y convertirme en otro", manifestó en su reflexión televisiva antes de precisar que "no se puede estar todo el día arriba, sino que hay que tocar el suelo para poder volver a subir".

En este papel que le toca desempeñar Miguel Vilas mantiene pegados al televisor a los más fieles seguidores de GH en todo el país, pero especialmente a los amigos y familiares de O Grove que prácticamente no reconocen a ese hombre cuyo objetivo, según manifestó en el confesionario, es salir de la casa de Guadalix diciendo: "Soy el ganador de mi propia vida".