Encarna Troncoso fue una de los muchos vecinos de Guillán que se echaron al monte en busca de supervivientes. "Estábamos comiendo y el avión pasó casi rozando el tejado. Después oímos un ruido muy fuerte y al salir fuera vimos el fuego y el humo negro. Mi padre echó a correr a través del monte, pero había muchísima gente y la Guardia Civil no dejaba pasar. Veíamos las alas y los pedazos del avión por allí esparcidos. Pensamos que iban a suspender las fiestas, pero no. Al año siguiente se inauguró el monumento, se hizo una misa y vinieron familiares de los fallecidos y gente de Icona. Tengo una foto fuera de la capilla con las coronas que después se pusieron en el monolito".